SENSACIONES

SENSACIONES
Nuestras sensaciones más íntimas...

jueves, 23 de enero de 2014

Nostalgia (Cuento)







Dos décadas atrás, en un rapto de frenesí Mijaíl besó los labios virginales de una hermosa mujer, lejos de miradas inquisidoras, la agarró delicadamente y la atrajo suavemente, ambos labios quedaron sellados.  El aroma de ella quedó impregnado en él, se prolongó al contacto de los labios entreabiertos, que se entregaban silenciosamente.

No supo nunca si ella sintió lo mismo, si el roce con sus labios arrebató su alma, nunca hablaron de ello, solo sucedió y dejaron que el tiempo lo diluyera. Él percibió, que ella se conmovió y que, un ligero estremecimiento se apoderó de su ser, la sorpresa se reflejó en su mirada y un nuevo sentir ganó su corazón.

Pasado el tiempo, los años van ganando y Mijaíl rememora este pasaje de su vida con mucha nostalgia, aquellos instantes de alegría y felicidad que vivieron, es cierto, fue un momento especial para ambos, un nuevo redescubrir apasionado, que iluminó y los capturó por siempre, huérfanos quizás de la pasión olvidada.   

Al principio Mijaíl pensó que iba a ser rechazado, que la reacción de ella, inevitable al fin, sería legítima, quizás un reproche, una feroz cachetada; pero no, ella aceptó y correspondió el beso con apasionamiento, tan sorpresivo como sucedió, quedaron atrapados por breves segundos. Nunca la habían besado con tanta pasión.


Su silencio profundo la delató, quedó sosegada un instante, una leve sonrisa iluminó su rostro y prosiguió sus pasos. Al finalizar la reunión, esperó un momento especial, los visitantes se despidieron. Mijaíl quedó callado y ausente en el interior y ella volvió sus pasos con su bella sonrisa, un abrazó y un nuevo ósculo marcó el adiós.   

lunes, 13 de enero de 2014

La intrigante Hermelinda.



Hermelinda tenía lágrimas en los ojos, vestía de negro absoluto de pies a cabeza, la ocasión era insoslayable porque había fallecido su madre, una antigua cesante de educación a los 90 años, aparentemente llevaba un gran dolor que no sabía cómo apaciguarla, al observar su actitud se lograba percibir en ella algo que no se podía definir, quizás una especie de arrepentimiento tardío, era que su conciencia gris la traicionaba de repente, o los pensamientos entrecruzados por su gestión nada generosa con sus hermanos, o esa ambición desmedida que domina a seres humanos sin escrúpulos, vaya uno a saber lo que pasaba por su agitada y febril mente.
Estaba en las exequias de su madre recibiendo el pésame de familiares, amigos y especialmente de sus amigas, quienes nunca llegaron a conocerla en la dimensión de su real existencia, ella se mostraba compungida y presa de un dolor que no parecía sentir. El féretro de caoba al centro del velatorio rodeado de cuatro sirios que brillaban estaba en silenciosa espera, en su interior el cadáver descansaba después de sus agitados años de vida, los visitantes llegaban y oraban un momento, miraban el interior y se retiraban a conversar en grupillos, el café y las galletas iban y venían de un lado para otro, eran muchas personas que conocían a Hermelinda, más por el esposo Marlon que era un funcionario de alto nivel del Estado jubilado quien había ocupado importantes cargos en uno de los  gobiernos más desacreditados del país.
Su madre había fallecido de vejes, había perdido sus facultades mentales, el alzhéimer hizo presa de ella y parafraseando a la susodicha “era una carga que pesaba mucho”, aunque su peso corporal era mínimo. Pese a que la anciana jamás molestaba, ella pasaba sus días durmiendo, lo que facilitaba la atención de la técnica enfermera para atenderla,  asearla y alimentarla, además recibía su pensión y con ello aliviaba sus gastos. Siempre llamó la atención de los otros hermanos cuando estos llegaban de visita, que en algunas ocasiones no podían tomar contacto con su progenitora, estaba como secuestrada y en otras ocasiones la observaban dormitando y como ella no los reconocía se sentían muy entristecidos y dolidos, responsabilizaban a la hermana el no permitirles visitas, tenían la impresión que la anciana madre esta inducida al descanso por un potente sedante, eran percepciones y comentarios de sus hermanos al retirarse luego de la visita, presunción incontrastable que ellos nunca pudieron aclarar. Al día siguiente cremaron a la anciana madre, sus cenizas fueron llevadas a su tierra natal y echadas en un rio de la selva como fue su deseo siempre.
Hermelinda nació hace exactamente 72 almanaques en un pueblo de la selva peruana, allá donde jamás llegó autoridad alguna ni siquiera como visita de médico, ocho calles mal trazadas por los primeros habitantes que de ingeniería no sabían ni pío y peor diseñadas,  con piso afirmado, que durante la temporada de lluvias se enfangaba. Sus calles ocupadas por muchos migrantes que llegaron por los años 20 del siglo pasado desde la sierra central, en busca de nuevos horizontes y vaya que encontraron una situación buena al principio, con tierras asignadas al Proyecto “Alto Perene” por el Ministerio de Agricultura, posteriormente la situación se deterioró por el abandono de los gobiernos y la situación se tornó precaria que los tuvo al filo de la pobreza durante mucho tiempo y obligando a los primeros colonos a buscar nuevos horizontes.  
Por supuesto, no faltaba la pequeña iglesia del pueblo, un puesto policial con dos guardias quienes se turnaban en la atención a los pobladores, robo de ganado, escapistas y casi siempre riñas en el bar principal, por disputarse la compañía de las mujeres que pululaban como mariposas en estos lugares de perdición, quienes atendían a los parroquianos y ejercían el oficio más antiguo del planeta de manera muy reservada, aunque esto es una exageración porque en “pueblo chico infierno grande”, todos sabían estos detalles y guardaban un generoso silencio cómplice; una escuelita de primaria con dos aulas y un escudo nacional revirado en el frontis, en el que su madre era maestra; una población que escasamente llegaba a los dos mil habitantes, la gran mayoría dedicada a la ganadería y agricultura, las oficinas del gobierno ocupados por burócratas que solo atendían a los vecinos una vez por semana y cada fin de mes viajaban a la sede de la provincia, Jauja, para cobrar sus sueldos y traer el dinero presupuestado para el funcionamiento de la oficina, se trasladaban a lomo de bestia hasta Concepción y de allí en camión o tren hasta Jauja y Huancayo, con el tiempo una carretera uniría a estos pueblos. En el pueblito, no faltaban los bares de mala muerte donde morían los valientes los fines de semana con algún espectáculo para mayores de 21 años.
La madre de Hermelinda era además de profesora de primaria, la persona que tenía aptitudes de clarividente, leía cartas a los vecinos y tenía fama de hacer hechizos, una especie de “bruja” provinciana que se ganaba la vida de esta manera, si acertaba o no, no podemos afirmarlo ni negarlo; pero, tenía muchos clientes entre las mujeres del poblado. En este ambiente creció Hermelinda y sus siete hermanos; ella, observando y mirando cómo se desarrollaban estas actividades y el comportamiento de las personas adultas. Una tarde que visitaba a una amiga del colegio, cuya situación económica era mucho mejor que la de ella, por causalidad encontró un ejemplar de la revista de modas “Vanidades”, en la que vio imágenes de mujeres bellas, muy bien vestidas, maquilladas y en ciudades que ella desconocía su existencia, se imaginó en aquellos vestidos, zapatos con aquellas cabelleras bien peinadas, maquilladas y con una sonrisa provocativa en los labios y pensó-quiero ser como estas mujeres bellas- algún día me veré en estas revistas, para ello debía mudarse a la ciudad más cercana. Por informaciones de sus progenitores sabía que las ciudades más cercanas eran Concepción, Huancayo y Jauja.
Una noche de tormenta en que los rayos y truenos retumbaban en la profundidad de la selva, la iluminación traía a su imaginación figuras fantasmagóricas que creía observar en cada haz de los rayos que cortaban el cielo negruzco, mientras la lluvia azotaba con fuerza los arboles del bosque inmenso y los animales lanzaban sus gritos desgarradores que provocaban temor en los niños, ella permaneció en silencio, rumiando sus apetencias y necesidades apremiantes e insatisfechas por pobreza económica, ni se inmutó, jamás tuvo miedo, era manipuladora, fría, calculadora y le encantaba intrigar entre sus amigas y hermanas para sacar alguna ventaja. Miraba ensimismada cómo se apagaba la luz del candil, no había luz eléctrica, un viejo motor daba luz a algunas calles contadas con los dedos, el resto de la población pobre pasaba sus noches oscuras con sus lámparas a kerosene o sus velas blancas.
Su padre era un comunista estalinista que se había quedado anclado en la revolución de octubre. En su juventud su espíritu aventurero lo llevó por embarcarse en los vapores de bandera extranjera que llegaban al puerto del Callao y eso le permitió conocer otros mundos, llegar a Europa y visitar la ex URRS, quería conocer el inmenso país de los zares, quedó impresionado del pueblo ruso y especialmente de sus bellas mujeres, quienes eran el sostén de los hogares porque la mayoría de los hombres habían muerto en la guerra. Ya en su país, se mudó a la selva central en busca de trabajo y conoció a la madre de Hermelinda y se casaron muy enamorados. Murió en un accidente de carretera cuando ella tenía 12 años, había terminado la primaria y vivían en Huancayo, mucho sufrió por esta pérdida y su frustración creció en su interior y sus planes se hicieron añicos a su corta edad.
Hermelinda desde pequeña siempre fue muy rencorosa, mala y se creía muy ocurrente, en el colegio a las profesoras les colocaba tarántulas en sus sillas, para asustarlas y que se retiraran del aula, otras veces colocaba sapos en los bolsillos del uniforme de sus compañeras; así de malísima era esta niña, que coleccionaba sapos, grillos y pequeñas culebras y a todos los atravesaba con sus flechas hechas de bambú cuando jugaba a ser una guerrera selvática. Fue creciendo entre riñas de vecinos y parejas, y escándalos de los bares de mala muerte, entre las necesidades propias de la casa que no le permitían poseer dulces, juguetes y ropa para vestirse, así entre el hambre y la necesidad fue desarrollando un espíritu resentido, vengativo y hostil que le granjeó muchas llamadas de atención en el colegio, de sus padres y vecinos, quienes la veían como un diablillo.
Pronto se vio adolescente con deseos de salir de su localidad, sus padres se mudaron a la ciudad, la madre hizo traslado a otro colegio y el padre se dedicó al comercio, el temprano fallecimiento de su padre la obligó a trabajar, hizo de todo. Su llegada a Huancayo le permitió estudiar la secundaria, trabajar terminar una carrera técnica secretariado, mecanografía y taquigrafía, en esos tiempos eran muy importantes, eso le permitió postular a un puesto en un banco, desempeñándose como secretaria y luego vendría sus locos amores con un fulano que era casado y le dejó como recuerdo un hijo; así fue desarrollando un mayor grado de rencor contra sus padres, por no haberle podido dar una profesión, rencor a la vida por haberle dado un hogar pobre y contra los hombres por la burla del que había sido objeto, juró nunca más ser utilizada por los hombres y endureció su corazón, lo revistió de una coraza y eso le permitió seguir adelante. Después de varios años, cuando ya el tren parecía pasar por su vida sin parar en su estación y cuando su niño tenía tres años conoció al que actualmente es su esposo, Marlon se llama, se casaron y para completar el panorama conyugal tuvo parto múltiple, trillizos, la mala suerte hizo que uno de ellos falleciera en la incubadora por falta de peso y se quedó con una parejita, sus hijos crecieron entre estrecheces económicas porque como todo matrimonio joven comenzaba de cero, ella egoísta al fin siempre priorizó a su primer hijo para todo, con ello demostraba que había amado a su primera pareja y demostraba un cariño muy especial por su hijo mayor, por encima y en detrimento de sus gemelos, eso se notaba en sus actitudes, el buen Marlon nunca se opuso a este comportamiento, siempre la apoyó y hasta reconoció a su hijo como suyo, porque el padre de este desapareció y nunca más se supo de él.
Ella heredó las “prácticas hechiceras” de su madre fallecida y gracias a ello desde el principio de su vida conyugal, supo afirmar su poder frente a su marido, férreamente dominó en su hogar a tal punto que lo tenía subyugado y este hacia lo que ella ordenaba, las malas amistades dicen que había utilizado los servicios de una bruja malera para hacerle brujería a su marido, un muñeco que enterró no se sabe dónde y con ello consolidó su poder sobre él en casa, con un marido dócil y sumiso jamás sería nuevamente engañada ni burlada, lo tenía “comiendo de su mano”, como se dice vulgarmente. A tal punto que, intrigante y experta en estas lides logró que su marido discutiera con sus hermanos, se desentendiera de su anciano padre y existiera un clima tenso entre ellos. Todo fue por la frecuencia de visitas a su padre, con todo derecho de hijo, él quería seguir visitando a su anciano padre, Hermelinda ponía mil pretextos, inclusive sin ser parte de la familia quería imponer su voluntad a los familiares de su esposo, sugiriendo determinadas acciones que afectaban la estabilidad del anciano patriarca, lo cual le granjeó, la animadversión de los hermanos de su marido. 

Han pasado varios años como una película futurista y ella cumplió su cometido de alejarse de los familiares directos de su esposo y también de sus propios hermanos quienes le reclamaban parte de la herencia, construyó su mundo personal y privado. Hace 6 meses se agravó el Alzheimer que padecía y se le presentó algunas lagunas mentales, pérdida de memoria inmediata, lo que obligó a su martirizado esposo a internarla en una casa de reposo. Hermelinda yace actualmente en una cama de la casa de reposo “Virgen de Fátima”, sus hijos los gemelos viven en el extranjero, llegan una vez al año de visita y estarán en Lima en agosto de este año, y su hijo preferido a quien quería con devoción y por quien tanto se sacrificó ni siquiera la visita, está dedicado a su hogar, su mujer y dos hijas adolescentes, aunque es comprensible en su actual situación, Hermelinda no recuerda a ningún familiar, a su lado permanece casi todos los días un anciano encorvado, muy delgado, de caminar lento, quien la visita religiosamente, Marlon se percata que ella lo observa con una mirada perdida, lo que más le duele es que no lo reconozca y cuando ella le pregunta ¿quién eres?