Dos manadas de lobos habitaban un extenso territorio dividido por un pequeño río. La manada de lobos grises al Sur y los lobos blancos al Norte. El lobo gris Alfa levantó las fauces, olfateó el ambiente, miró a su manada hambrienta descansando en el inmenso hueco negro que tenía por guarida. La hembra Alfa movió la cola en señal de afecto, de inmediato se incorporó sobre sus cuatro patas. Se puso en alerta y olfateó la sequedad lóbrega del desierto. De inmediato salió raudamente, de su madriguera maloliente escondida en lo más profundo del desierto y captó el sofocante calor del inmenso arenal, la tierra árida, la falta de alimentos y agua. Volteó y miró su manada, todos hambrientos, con muchas necesidades, más bocas que alimentar y no había cómo hacerlo; pero, estaban preparados disciplinada y físicamente aptos para la lucha por la supervivencia.
La caza era infructuosa, habitaban un territorio despoblado y desolado, no había cómo abastecerse. Sabía que al Norte, existía un territorio con buenas tierras, lleno de bosques fértiles, agua y mucha fauna silvestre para alimentar a su manada hambrienta. Esa comarca era apetecible, siempre lo fue. Envidiaba a los habitantes de esas tierras, rumiaba por lo bajo su rencor, deseó invadirlo y adueñarse de sus tierras, bosques y aguas. Como antes lo hicieron sus antepasados porque sus enemigos eran muy confiados.
Ideó la forma de acercarse a sus enemigos, con una piel de oveja y convencerlos de las grandes ventajas que le ofrecía. Así, aprovecharía la abundancia del territorio vecino, planteó un acuerdo, con muchas ventajas para su manada. Se valió de su poder de convencimiento y logró persuadir al lobo alfa de la manada del nororiente, este habitaba cerca al gran lago en las alturas andinas. Los Nororientales eran inescrupulosos, le daba lo mismo aliarse con una u otra manada, así lo hicieron en el pasado.
Estaba convencido que su enemigo aceptaría, había conquistado el corazón y la mente de algunos lobos del bando contrario, sus colaboracionistas. El lobo gris, con una sonrisa hipócrita y muchas mentiras convenció a los representantes del lobo blanco. Logró inicialmente la aprobación, pero, la manada del lobo blanco, se percató que los habían engañado y aullaron noche y día, reclamaron por las ventajas que les dieron a los lobos grises. El lobo gris y las eminencias grises de su manada, sus autoridades, la misma manada en pleno se reunieron y soltaron miles de agravios e insultos contra los habitantes del otro lado. Nuevamente se frustró la negociación y le cayó la noche a la manada gris.
Un día que el sol salía por el horizonte dejando caer sus primeros rayos, el lobo gris decidió cazar en territorio ajeno, su hembra escuchó el mensaje y se colocó rápidamente a su lado y meneó la cola, en señal de asentimiento. Detrás de él salieron los otros integrantes de la manada y en correcta formación se desplazaron en busca de alimento. Cada quien por su ruta de siempre, olfateando el ambiente y remarcando su territorio. En la madriguera había nuevas bocas que alimentar y todos los cazadores debían salir en busca de alimento, mientras en casa quedaban dos hembras cuidando a los cachorros. Esa era la rutina de la manada. Alimentar y cuidar a los críos es la misión de todo jefe de manada.
El desplazamiento fue rápido, cada lobo se ubicaba de acuerdo a su jerarquía social, ni más ni menos, adelante el Alfa macho y la hembra a su lado, este olfateó el viento y lanzó un aullido que se desplazó por todo su territorio, el eco se escuchó en las quebradas, valles y montañas, y subió por las laderas y estalló en los oídos de sus adversarios. Al otro lado de su territorio el lobo blanco Alfa líder de la otra manada respondió alargando el aullido. De inmediato el instinto le avisó, son los grises que vienen por alimento. Aulló con su característica usual cuando se trataba de peligro y los componentes de su manada dejaron lo que hacían y se pusieron en alerta, esperando la orden del jefe.
Esta lanzó un gruñido fuerte, metálico y todos se desplazaron rápidamente hacia sus lugares de responsabilidad en su territorio. Sabían que esa mañana se encontrarían las fauces de las dos manadas, se volvía a reeditar las interminables luchas que tenían ambas manadas por dominar el territorio ajeno y cualquier cosa podía pasar, como, no regresar a la madriguera nunca más.
De pronto la manada blanca se detuvo en seco, el macho Alfa había detectado peligro, era un olor desconocido, quién osó invadir mi territorio gruñó el lobo blanco. Aguzó el oído, sus músculos se tensaron, las patas se pegaron a tierra y se agazapó para atacar, los demás optaron por lo mismo, algunos buscaron refugio en los matorrales, se cubrieron de la visión, más no del olfato enemigo.
Sí, el lobo gris había ingresado sin autorización al territorio del lobo blanco. De pronto en una pequeña loma este divisó a su enemigo el lobo blanco, aullando y moviendo la cola, enseñando las fauces, agresivamente. Habían tenido tres encuentros durante su vida. La primera cuando ambos acompañaban en la caza a sus respectivos padres, cada uno en su territorio y solo se olfatearon, como si se respetaran y cada uno se fue con su manada al interior de su territorio. Esta mañana los lobos grises no regresarían a su territorio sin vencer a sus enemigos y llevarse todo el botín capturado. Así fue, al final de la lucha vencieron los lobos grises, porque aprovecharon mejor las debilidades de los blancos, especialmente sus falencias, su falta de preparación y la desarticulación existente entre sus líderes y la manada.
Los lobos blancos cayeron por su improvisación, su falta de preparación, es que todo lo tenían al alcance de la mano, buenas tierras, buena caza, bosques y agua a disposición, y nunca se preocuparon por cuidar su territorio. Fueron traicionados por algunos integrantes de la manada, que se vendieron al enemigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario