SENSACIONES

SENSACIONES
Nuestras sensaciones más íntimas...

martes, 17 de julio de 2012

Breve ensayo: La interminable espera de Florentino Ariza en “El amor en los tiempos del cólera”, de Gabriel García Márquez.


                              
En esta obra, Gabriel García Márquez nos relata los inmensos caminos, vericuetos y laberintos del amor, de la forma cómo nace y se presenta. Los sinuosos senderos que ese sentimiento debe recorrer, para llegar finalmente a cristalizarse, hacerse una realidad, aún pese al tiempo transcurrido como es el caso de Florentino Ariza quien por más de cincuenta años persistentemente se mantuvo enamorado de Fermina Daza. En esos largos años, él como todo macho, tuvo muchos amores de todo tipo y color, ninguno dejó huellas en su ser. Amaba a Fermina mucho antes de haberla conocido, la idealizó por siempre.

                        (…) Entonces él extendió los dedos helados en la oscuridad, buscó a tientas la otra mano en la oscuridad, y la encontró esperándolo (…) (García Márquez 447), Fermina Daza y Florentino Ariza habían emprendido un viaje en vapor por el río Grande de la Magdalena, ella con la intención de olvidar a su marido fallecido y aclarar sus sentimientos por su acompañante.

                        (…) Es increíble como se puede ser tan feliz durantes tantos años, en medio de tantas peloteras, de tantas vainas, carajo, sin saber en realidad si eso es amor o no (…) (García Márquez 448), Fermina luchando intensamente con sus dudas, tratando de aclarar sus vacilaciones ante la cercanía de Florentino, sentados a la luz de la luna, en el camarote principal viendo el río desde el mirador privado.

                                    El viaje demoró porque el vapor se quedó sin leña, estuvieron varios días varados, mientras la tripulación recogía leña. Allí la pareja reinició un romance guardado por más de cincuenta años, con la madurez y tranquilidad que el tiempo deja en las personas, tratando de entender y encontrar una respuesta a sus destinos. Él abandonó el camarote a media noche.

                        Ella quedó pensando en él hasta la madrugada (…) no como el centinela desolado del parquecito de Los Evangelios… sino como era entonces, decrépito y rengo, pero real: el hombre que estuvo siempre al alcance de su mano, y no supo reconocerlo (…) (García Márquez 449). 

                        Cincuenta y un años atrás Florentino Ariza a la edad de veintidós vivía con su madre Tránsito Ariza, ella manejaba un negocio de mercería, producción de algodón de ropa vieja deshilachada y también casa de empeños, a la que acudían las damas de alcurnia del lugar, para empeñar o alquilar las joyas que lucían en los grandes acontecimientos del pueblo.

                        Don Pio Quinto Loayza era el mayor de tres hermanos dueños de la Compañía Fluvial del Caribe, era padre de Florentino Ariza, quien no llevaba el apellido del padre porque no lo había reconocido oficialmente,  pero no descuidaba los gastos de su hijo, los que entregaba a su madre semanalmente.
                         Pio Quinto murió cuando su hijo tenía diez años y se hizo cargo de su manutención León XII Loayza hermano de su padre. Florentino abandonó los estudios y consiguió trabajo en la oficina postal, donde ordenaba las sacas, organizaba la correspondencia y avisaba al público.           

                        El telegrafista de origen alemán Lotario Thurgut, quien tocaba el órgano en al iglesia se encargó de enseñar a Florentino a tocar el violín. Lotario vio que Florentino era un joven despierto, un buen bailarín, muy solicitado en su medio social, además recitaba de memoria poemas románticos y llevaba serenatas de violín a las enamoradas de sus amigos.

                        Florentino era de contextura delgada, de cabellos lacios, usaba anteojos, además sufría de estreñimiento crónico por lo que utilizaba purgantes continuamente. La madre le mantenía en buenas condiciones la ropa que usaba diariamente que era la única que disponía. Pese a ello las muchachas hacían sorteos para ver quien se quedaba con él.       

                        Una tarde Lotario le encargó llevar un telegrama a alguien sin domicilio conocido que se llamaba Lorenzo Daza,  la casa estaba ubicada en el parquecito de Los Evangelios, era una casa derruida con una criada descalza que lo condujo a su interior, allí ubicó a Lorenzo Daza quien recibió el telegrama con buenas noticias, le entregó los cinco reales y lo despidió.

                        Al pasar por el pasadizo para salir de la casa, Florentino vio por la ventana del cuarto de coser a una niña, la más bella que él había visto hasta entonces, al parecer siguiendo la lectura  de un libro con una persona mayor, ella volteó la vista para ver quien pasaba y las miradas atravesaron la distancia que las separaba, se encontraron y nació el amor de golpe, a primera vista.

                        A partir de ese momento Florentino averiguó todo lo referente a Lorenzo Daza  quien había llegado de San Juan de la Ciénaga con su hija Fermina de trece años  y su hermana Escolástica de cuarenta años, su madre había muerto y la tía criaba a Fermina. La niña estudiaba en el colegio de la Presentación de la Santísima Virgen, donde las señoritas de la sociedad  aprendían el oficio de ser buenas esposas y madres.

                        (…) al contrario de las otras alumnas que iban al colegio en grupos o acompañadas por una criada mayor, Fermina Daza iba siempre con la tía soltera (…) (García Márquez 80), Florentino constató que esa conducta obedecía presuntamente a disposiciones del padre de Fermina, para que nos se distraiga en el camino.
                        Todos los días muy temprano, Florentino Ariza fingiendo leer un libro de poemas se apostaba a la sombra de los almendros  en el parquecito de Los Evangelios, para vigilar secretamente a su amor platónico, la observaba cuando Fermina salía enfundada en su uniforme de rayas azules, las medias con ligas hasta las rodillas y una sola trenza en los cabellos.

                        (…) Florentino Ariza la veía pasar de ida y vuelta cuatro veces al día, y una vez los domingos a la salida de la misa mayor, y con ver a la niña le bastaba (…) (García Márquez 82)

                        Por esos tiempos Florentino debido a su timidez tuvo que improvisar una manera de acercarse, por lo que decidió entregarle una nota, que preparó con su mejor inspiración y letra, sin embargo la presencia de la tía lo cohibía y no podía entregarle en sus manos, no se presentó la  oportunidad para hacerlo, la carta poco a poco se fue engrosando.

                        Tránsito la madre de Florentino al conocer las inquietudes amorosas de su hijo se conmovía hasta las lagrimas, ella trató de orientarlo, lo aconsejó con sus sabias recomendaciones de madre (…) el primer paso, le dijo, era que ella se diera cuenta de su interés (…) (…) pero sobre todo a la primera que tienes que conquistar no es a ella sino a la tía (…) (Garcías Márquez 83)

                        Por el lado de Fermina Daza, para ella ni para la tía, Florentino no había pasado desapercibido, cuando Fermina  descuido la lectura en el cuartito de costura por unos segundos y vio a Florentino, quedó impresionada desde el momento que se encontraron sus miradas (…) Florentino Ariza lo había impresionado por su aura de desamparo (…) (García Márquez 83)

                        Fermina reconoció a Florentino desde que lo relacionó con la visita que le hizo a su padre cuando le entregó el telegrama, luego al verlo todos los días en el parquecito leyendo bajo los árboles, también los domingos a la salida de la misas, la tía sospechó que no podía ser coincidencia la presencia de Florentino.

                        Por su lado Fermina aún estaba a salvo del sentimiento del amor, aunque a la tía Escolástica la emocionaba que un hombre estuviera interesado en su sobrina, pero a Fermina lo impresionó la apariencia de enfermo que tenía Florentino, la tía concluyó finalmente que por su apariencia Florentino estaba enfermo de amor.

                        Así transcurrieron los meses, pronto llegaron las vacaciones Fermina y la tía Escolástica permanecían sentadas bordando en la parte exterior de la casa y Florentino desde el parquecito contemplaba a su amor inalcanzable, a finales de enero la tía Escolástica ingresó a la casa y Florentino aprovechó para entregarle la carta.
                        (…) lo único que le pido es que me reciba una carta-le dijo (…) (García Márquez 87) los deseos tantas veces acariciados, poniendo suavemente en sus manos, no satisfechos por su propio apocamiento ante la presencia de Fermina, chocó cuando recibió la respuesta negativa de ella y guardó apresuradamente la carta, pero antes replicó (…) consígalo (…)  es un asunto de vida o muerte (…) (García Márquez 87)

                        Quedaron en que Florentino volvería todas las tardes hasta ver que ella intercambiaba asiento con la tía Escolástica, esa era la señal convenida para recibir la misiva, que con tanta inspiración había escrito Florentino todos los días en la soledad de su cuarto y ante la tristeza de Tránsito, su madre.           

                        Así, una tarde cualquiera entregó Florentino a Fermina una carta, en la que le juraba fidelidad y amor para siempre, no los setenta folios escritos a puño cerrado con las ansias amorosas atenazando su corazón, sino una simple esquela con un mensaje muy profundo que sobrecogió a Fermina, fue el inicio de la relación epistolar muy fuerte.

                        La respuesta de Fermina demoró muchos días, mientras tanto Florentino por su impaciencia sufrió desordenes estomacales y vómitos, su madre pensó que lo había atacado el cólera, Florentino se dejó ganar por el desanimo y la desidia, estaba muy distraído en el trabajo y confundía las actividades y causaba caos en el muelle.

                        LotarioThurgut tenía una doble vida en el día atendía en la agencia de telégrafos y era el jefe de Florentino, por las noches llevaba una vida disipada buscando en los trasfondos del puerto aquellas mujeres que vendían sus favores a cambio de dinero.

                        Al ver a Florentino en estado anímico calamitoso, abandonado y confuso, lo llevó para que buscara nuevas sensaciones con otras mujeres y olvidara a Fermina, él le escogía las “pájaras de la noche”- como les decía-  más apetecibles, pero Florentino había decidido perder la virginidad solo por amor y ese amor por ahora era Fermina.

                        Había transcurrido un mes desde que entregara la carta a Fermina y no obtenía respuesta, él continuaba leyendo bajo la sombra de los árboles en el parquecito, hasta que Florentino tomó valor y se enfrentó a Fermina en presencia de la tía Escolástica (…) hágame el favor de dejarme solo con la señorita (…) tengo algo importante que decirle (…) (García Márquez 94)

                        Fermina se había informado de la vida de su pretendiente taciturno, ella no se explicaba por qué había aceptado la carta, no era el tipo de hombre que hubiera escogido, pero las celadas del amor son inspiradoras y su curiosidad la hizo caer, incluso no pensó seriamente en dar una respuesta a la esquela, ante la insistencia de Florentino quedó en darle antes que terminara las vacaciones del colegio.
                        La tía Escolástica hizo de cupido y llevó la respuesta a la oficina de telégrafos, la respuesta emocionó a Florentino, se inició un romance entre ambos que no tenían vida sino para pensar en ellos mismos, no tuvieron nunca la oportunidad de verse a solas.

                        Mientras las cartas iban y venían diariamente, encontraron los escondites más escabrosos donde dejaban y recibían sus cartas de amor, no quedó ni un hueco en la ciudad que no conociera la escritura de ambos.

                        A los dos años de amoríos por correo, Florentino le propuso matrimonio a Fermina en una carta de un solo párrafo, ella entre sorprendida y miedosa le contó a la tía Escolástica quien muerta frenesí dijo (…) contéstale que si- le dijo la tía Escolástica (…) (García Márquez 102)

                        La madre de Florentino estuvo de acuerdo, impuso un plazo de dos años que aceptaron, ella  investigaría la vida de Lorenzo Daza, no se conformó con lo que conocía. Mientras la guerra entre liberales y conservadores seguía en el monte, las cartas derivaron en una confianza de esposos.

                        Faltando cuatro meses para la fecha prevista para el matrimonio, se presentó en su oficina Lorenzo Daza, Florentino se puso lívido y cambió de colores,  pero se dejó llevar por el padre de su novia, iban hablar de hombre a hombre, había descubierto los amoríos de su hija.

                        El amor de ambos jóvenes ya no era un secreto, las monjas del colegio habían descubierto las cartas de amor que Fermina escribía, ante la eminente expulsión del colegio el padre se enteró y dedujo que esta relación no prosperaría sin la complicidad de su hermana Escolástica, a quien embarcó en el primer vapor sin rumbo fijo.

                        Los argumentos del padre por separar a los enamorados chocaban con la impetuosidad y seguridad que daba la fuerza del amor a Florentino. Este afanoso enamorado nunca sucumbió ni a las amenazas de muerte del padre, ni a los improperios (…) no me fuerce a pegarle un tiro (…) (…) péguemelo no hay mejor gloria que morir por amor (…) (…) ¡Hijo de puta! (…) (García Márquez 116)
                       
Lorenzo Daza esa misma noche se llevó a su hija Fermina en un viaje largo, fue un viaje accidentado por la cordillera andina no exenta de accidentes y pérdidas de vida, Lorenzo Daza cometió el error de comunicarse por telégrafo son su primo Lisímaco Sánchez, de esa manera Florentino Ariza sabía adonde iba su amada.
                        La comunicación siguió entre ambos con el añadido del santo y seña convenido “Diosa coronada”, planearon con meticulosidad las actividades para su vida en común. Fermina regresó por vapor año y medio después que su padre la arrancara de su ciudad, ilusionada por encontrarse con Florentino.

                        Fermina dedicó los primeros días a arreglar y poner en orden la casa paterna, ayudado por Gala Placidia una negra multa que era su compañía desde que la tía Escolástica fuera extrañada de su casa. Salía a recorre la ciudad en plan de compras, mientras Florentino la seguía todas partes admirando la madurez de su belleza y el garbo y prestancia al caminar, sin lograr acercarse demasiado para encontrarse.

                        Florentino no soportó más la espera de conversar con ella, la abordó en el mercado de dulces (…) este no es un buen lugar para una diosa coronada (…) (García Márquez 143) Grande fue la sorpresa de Fermina al escucha la voz de Florentino a sus espaldas (…) ella volvió la cabeza y vio a dos palmos de sus ojos los otros ojos glaciales, el rostro lívido, los labios petrificados de miedo (…) (García Márquez 143)

                        Fermina sufrió una gran decepción al reencontrarse con el que hasta entonces era la ilusión más grande de su adolescencia, alcanzó a pensar- pobre hombre- (…) No, por favor- le dijo-. Olvídelo (García Márquez 144). Esa tarde le envió una carta con Gala Placidia de dos líneas “Hoy, al verlo, me di cuenta que lo nuestro no es más que una ilusión”.

                        Para olvidar el mal de amores Florentino consiguió otro puesto en una ciudad lejana, se embarcó con desesperación en un vapor por el río Magdalena, pero el amor pudo más y regresó después de diez días de viaje, ya Fermina se había casado con el doctor Juvenal Urbino y viajaba a Europa de luna de miel.

                        Florentino se dedicó a trabajar en la compañía naviera de su padre con su tío  León XII, poco apoco fue escalando y mejorando su posición social y económica, los esposos Urbino- Daza regresaron de Europa, tuvieron dos hijos un varón Marco Aurelio y una mujer Ofelia, desarrollaron su vida social.

                        Durante más de cincuenta años Florentino rogó, pidió y oró para que su rival de amores muriera, él tuvo una vida sexual muy dinámica, igual con prostitutas, como con viudas, mujeres jóvenes, maduras y viejas, no le interesaba el color de la piel, blancas, negras y multas pasaban por su cama. Nunca fue plenamente feliz, siempre tuvo en su pensamiento a Fermina, un amor inalcanzable.

                        La muerte del doctor Urbino, sorprendió a Florentino en la cama después de hacer el amor con América Vicuña, una niña que podría ser su hija y que mantenía a la muerte de sus padres, llevó a la niña al internado y se presentó en la casa de Fermina bien vestido para dar el pésame, por fin se le hacía realidad sus ruegos.

                        (…) Fermina-le dijo-: he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetirte una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre(…) (García Márquez 74) Fermina lo miró sorprendida y aturdida, quiso maldecirlo pero el momento se lo impidió, solo atinó a decirle que se largara (…) Y no te dejes ver nunca más en los años que te queden de vida(…) (…) que espero sean muy pocos (…) (García Márquez 74) . Pasaría mucho tiempo antes que Fermina perdonara a su galante enamorado y fiel.

                        El enfoque de García Márquez en esta novela sobre el amor, lo visa desde una perspectiva sin unión y lo presenta como una enfermedad sin remedio. Florentino, débil, flaco, y triste esta descrito por Hildebranda prima de Fermina como todo amor, puro amor. Florentino demuestra el dolor extremo que es posible sentir al no ver cristalizados sus sentimientos y no poder realizar una relación con la mujer que ama. 

                        La unión entre el doctor Urbino y Fermina es sin amor, se casaron solo por conveniencia y respeto a los convencionalismos de la sociedad. Aun en la semana de su luna de miel se dan cuenta ambos, que su relación no será uno de amor. Urbino es consciente que no amaba a Fermina. "Se había casado porque le gustaba su altivez, su seriedad, su fuerza, y también por un pizca de vanidad suya" (García Márquez 229)

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