En esta obra, Gabriel García Márquez
nos relata los inmensos caminos, vericuetos y laberintos del amor, de la forma cómo nace
y se presenta. Los sinuosos senderos que ese sentimiento debe recorrer,
para llegar finalmente a cristalizarse, hacerse una realidad, aún pese al
tiempo transcurrido como es el caso de Florentino Ariza quien por más de
cincuenta años persistentemente se mantuvo enamorado de Fermina Daza. En esos largos años, él
como todo macho, tuvo muchos amores de todo tipo y color, ninguno dejó huellas en su ser. Amaba a Fermina mucho antes de haberla conocido, la idealizó por siempre.
(…)
Entonces él extendió los dedos helados en la oscuridad, buscó a tientas la otra
mano en la oscuridad, y la encontró esperándolo (…) (García Márquez 447),
Fermina Daza y Florentino Ariza habían emprendido un viaje en vapor por el río
Grande de la Magdalena, ella con la intención de olvidar a su marido fallecido
y aclarar sus sentimientos por su acompañante.
(…) Es increíble como se puede ser
tan feliz durantes tantos años, en medio de tantas peloteras, de tantas vainas,
carajo, sin saber en realidad si eso es amor o no (…) (García Márquez 448), Fermina
luchando intensamente con sus dudas, tratando de aclarar sus vacilaciones ante
la cercanía de Florentino, sentados a la luz de la luna, en el camarote principal
viendo el río desde el mirador privado.
El viaje demoró porque el vapor se
quedó sin leña, estuvieron varios días varados, mientras la tripulación recogía
leña. Allí la pareja reinició un romance guardado por más de cincuenta años,
con la madurez y tranquilidad que el tiempo deja en las personas, tratando de
entender y encontrar una respuesta a sus destinos. Él abandonó el camarote a
media noche.
Ella quedó pensando en él hasta la
madrugada (…) no como el centinela desolado del parquecito de Los Evangelios…
sino como era entonces, decrépito y rengo, pero real: el hombre que estuvo
siempre al alcance de su mano, y no supo reconocerlo (…) (García Márquez 449).
Cincuenta
y un años atrás Florentino Ariza a la edad de veintidós vivía con su madre
Tránsito Ariza, ella manejaba un negocio de mercería, producción de algodón de
ropa vieja deshilachada y también casa de empeños, a la que acudían las damas
de alcurnia del lugar, para empeñar o alquilar las joyas que lucían en los
grandes acontecimientos del pueblo.
Don Pio Quinto Loayza era el mayor
de tres hermanos dueños de la Compañía Fluvial del Caribe, era padre de
Florentino Ariza, quien no llevaba el apellido del padre porque no lo había
reconocido oficialmente, pero no
descuidaba los gastos de su hijo, los que entregaba a su madre semanalmente.
Pio Quinto murió cuando su hijo tenía diez
años y se hizo cargo de su manutención León XII Loayza hermano de su padre.
Florentino abandonó los estudios y consiguió trabajo en la oficina postal,
donde ordenaba las sacas, organizaba la correspondencia y avisaba al público.
El
telegrafista de origen alemán Lotario Thurgut, quien tocaba el órgano en al
iglesia se encargó de enseñar a Florentino a tocar el violín. Lotario vio que
Florentino era un joven despierto, un buen bailarín, muy solicitado en su medio
social, además recitaba de memoria poemas románticos y llevaba serenatas de
violín a las enamoradas de sus amigos.
Florentino
era de contextura delgada, de cabellos lacios, usaba anteojos, además sufría de
estreñimiento crónico por lo que utilizaba purgantes continuamente. La madre le
mantenía en buenas condiciones la ropa que usaba diariamente que era la única
que disponía. Pese a ello las muchachas hacían sorteos para ver quien se
quedaba con él.
Una
tarde Lotario le encargó llevar un telegrama a alguien sin domicilio conocido
que se llamaba Lorenzo Daza, la casa
estaba ubicada en el parquecito de Los Evangelios, era una casa derruida con
una criada descalza que lo condujo a su interior, allí ubicó a Lorenzo Daza
quien recibió el telegrama con buenas noticias, le entregó los cinco reales y
lo despidió.
Al
pasar por el pasadizo para salir de la casa, Florentino vio por la ventana del cuarto
de coser a una niña, la más bella que él había visto hasta entonces, al parecer
siguiendo la lectura de un libro con una
persona mayor, ella volteó la vista para ver quien pasaba y las miradas atravesaron
la distancia que las separaba, se encontraron y nació el amor de golpe, a
primera vista.
A
partir de ese momento Florentino averiguó todo lo referente a Lorenzo Daza quien había llegado de San Juan de la Ciénaga
con su hija Fermina de trece años y su
hermana Escolástica de cuarenta años, su madre había muerto y la tía criaba a Fermina.
La niña estudiaba en el colegio de la Presentación de la Santísima Virgen,
donde las señoritas de la sociedad
aprendían el oficio de ser buenas esposas y madres.
(…)
al contrario de las otras alumnas que iban al colegio en grupos o acompañadas
por una criada mayor, Fermina Daza iba siempre con la tía soltera (…) (García
Márquez 80), Florentino constató que esa conducta obedecía presuntamente a
disposiciones del padre de Fermina, para que nos se distraiga en el camino.
Todos
los días muy temprano, Florentino Ariza fingiendo leer un libro de poemas se
apostaba a la sombra de los almendros en
el parquecito de Los Evangelios, para vigilar secretamente a su amor platónico,
la observaba cuando Fermina salía enfundada en su uniforme de rayas azules, las
medias con ligas hasta las rodillas y una sola trenza en los cabellos.
(…)
Florentino Ariza la veía pasar de ida y vuelta cuatro veces al día, y una vez
los domingos a la salida de la misa mayor, y con ver a la niña le bastaba (…)
(García Márquez 82)
Por
esos tiempos Florentino debido a su timidez tuvo que improvisar una manera de
acercarse, por lo que decidió entregarle una nota, que preparó con su mejor
inspiración y letra, sin embargo la presencia de la tía lo cohibía y no podía
entregarle en sus manos, no se presentó la
oportunidad para hacerlo, la carta poco a poco se fue engrosando.
Tránsito
la madre de Florentino al conocer las inquietudes amorosas de su hijo se
conmovía hasta las lagrimas, ella trató de orientarlo, lo aconsejó con sus
sabias recomendaciones de madre (…) el primer paso, le dijo, era que ella se
diera cuenta de su interés (…) (…) pero sobre todo a la primera que tienes que
conquistar no es a ella sino a la tía (…) (Garcías Márquez 83)
Por
el lado de Fermina Daza, para ella ni para la tía, Florentino no había pasado
desapercibido, cuando Fermina descuido
la lectura en el cuartito de costura por unos segundos y vio a Florentino,
quedó impresionada desde el momento que se encontraron sus miradas (…)
Florentino Ariza lo había impresionado por su aura de desamparo (…) (García
Márquez 83)
Fermina
reconoció a Florentino desde que lo relacionó con la visita que le hizo a su
padre cuando le entregó el telegrama, luego al verlo todos los días en el
parquecito leyendo bajo los árboles, también los domingos a la salida de la
misas, la tía sospechó que no podía ser coincidencia la presencia de Florentino.
Por
su lado Fermina aún estaba a salvo del sentimiento del amor, aunque a la tía Escolástica
la emocionaba que un hombre estuviera interesado en su sobrina, pero a Fermina
lo impresionó la apariencia de enfermo que tenía Florentino, la tía concluyó finalmente
que por su apariencia Florentino estaba enfermo de amor.
Así
transcurrieron los meses, pronto llegaron las vacaciones Fermina y la tía Escolástica
permanecían sentadas bordando en la parte exterior de la casa y Florentino
desde el parquecito contemplaba a su amor inalcanzable, a finales de enero la
tía Escolástica ingresó a la casa y Florentino aprovechó para entregarle la carta.
(…)
lo único que le pido es que me reciba una carta-le dijo (…) (García Márquez 87)
los deseos tantas veces acariciados, poniendo suavemente en sus manos, no
satisfechos por su propio apocamiento ante la presencia de Fermina, chocó
cuando recibió la respuesta negativa de ella y guardó apresuradamente la carta,
pero antes replicó (…) consígalo (…) es
un asunto de vida o muerte (…) (García Márquez 87)
Quedaron en que Florentino volvería
todas las tardes hasta ver que ella intercambiaba asiento con la tía Escolástica,
esa era la señal convenida para recibir la misiva, que con tanta inspiración
había escrito Florentino todos los días en la soledad de su cuarto y ante la
tristeza de Tránsito, su madre.
Así,
una tarde cualquiera entregó Florentino a Fermina una carta, en la que le
juraba fidelidad y amor para siempre, no los setenta folios escritos a puño
cerrado con las ansias amorosas atenazando su corazón, sino una simple esquela
con un mensaje muy profundo que sobrecogió a Fermina, fue el inicio de la relación
epistolar muy fuerte.
La
respuesta de Fermina demoró muchos días, mientras tanto Florentino por su
impaciencia sufrió desordenes estomacales y vómitos, su madre pensó que lo había
atacado el cólera, Florentino se dejó ganar por el desanimo y la desidia,
estaba muy distraído en el trabajo y confundía las actividades y causaba caos
en el muelle.
LotarioThurgut
tenía una doble vida en el día atendía en la agencia de telégrafos y era el
jefe de Florentino, por las noches llevaba una vida disipada buscando en los
trasfondos del puerto aquellas mujeres que vendían sus favores a cambio de
dinero.
Al
ver a Florentino en estado anímico calamitoso, abandonado y confuso, lo llevó
para que buscara nuevas sensaciones con otras mujeres y olvidara a Fermina, él
le escogía las “pájaras de la noche”- como les decía- más apetecibles, pero Florentino había
decidido perder la virginidad solo por amor y ese amor por ahora era Fermina.
Había
transcurrido un mes desde que entregara la carta a Fermina y no obtenía respuesta,
él continuaba leyendo bajo la sombra de los árboles en el parquecito, hasta que
Florentino tomó valor y se enfrentó a Fermina en presencia de la tía
Escolástica (…) hágame el favor de dejarme solo con la señorita (…) tengo algo
importante que decirle (…) (García Márquez 94)
Fermina
se había informado de la vida de su pretendiente taciturno, ella no se
explicaba por qué había aceptado la carta, no era el tipo de hombre que hubiera
escogido, pero las celadas del amor son inspiradoras y su curiosidad la hizo
caer, incluso no pensó seriamente en dar una respuesta a la esquela, ante la
insistencia de Florentino quedó en darle antes que terminara las vacaciones del
colegio.
La
tía Escolástica hizo de cupido y llevó la respuesta a la oficina de telégrafos,
la respuesta emocionó a Florentino, se inició un romance entre ambos que no
tenían vida sino para pensar en ellos mismos, no tuvieron nunca la oportunidad
de verse a solas.
Mientras
las cartas iban y venían diariamente, encontraron los escondites más escabrosos
donde dejaban y recibían sus cartas de amor, no quedó ni un hueco en la ciudad
que no conociera la escritura de ambos.
A
los dos años de amoríos por correo, Florentino le propuso matrimonio a Fermina
en una carta de un solo párrafo, ella entre sorprendida y miedosa le contó a la
tía Escolástica quien muerta frenesí dijo (…) contéstale que si- le dijo la tía
Escolástica (…) (García Márquez 102)
La
madre de Florentino estuvo de acuerdo, impuso un plazo de dos años que
aceptaron, ella investigaría la vida de
Lorenzo Daza, no se conformó con lo que conocía. Mientras la guerra entre
liberales y conservadores seguía en el monte, las cartas derivaron en una
confianza de esposos.
Faltando
cuatro meses para la fecha prevista para el matrimonio, se presentó en su
oficina Lorenzo Daza, Florentino se puso lívido y cambió de colores, pero se dejó llevar por el padre de su novia,
iban hablar de hombre a hombre, había descubierto los amoríos de su hija.
El
amor de ambos jóvenes ya no era un secreto, las monjas del colegio habían
descubierto las cartas de amor que Fermina escribía, ante la eminente expulsión
del colegio el padre se enteró y dedujo que esta relación no prosperaría sin la
complicidad de su hermana Escolástica, a quien embarcó en el primer vapor sin rumbo
fijo.
Los
argumentos del padre por separar a los enamorados chocaban con la impetuosidad
y seguridad que daba la fuerza del amor a Florentino. Este afanoso enamorado
nunca sucumbió ni a las amenazas de muerte del padre, ni a los improperios (…)
no me fuerce a pegarle un tiro (…) (…) péguemelo no hay mejor gloria que morir
por amor (…) (…) ¡Hijo de puta! (…) (García Márquez 116)
Lorenzo Daza esa misma
noche se llevó a su hija Fermina en un viaje largo, fue un viaje accidentado
por la cordillera andina no exenta de accidentes y pérdidas de vida, Lorenzo Daza
cometió el error de comunicarse por telégrafo son su primo Lisímaco Sánchez, de
esa manera Florentino Ariza sabía adonde iba su amada.
La
comunicación siguió entre ambos con el añadido del santo y seña convenido
“Diosa coronada”, planearon con meticulosidad las actividades para su vida en
común. Fermina regresó por vapor año y medio después que su padre la arrancara
de su ciudad, ilusionada por encontrarse con Florentino.
Fermina
dedicó los primeros días a arreglar y poner en orden la casa paterna, ayudado
por Gala Placidia una negra multa que era su compañía desde que la tía
Escolástica fuera extrañada de su casa. Salía a recorre la ciudad en plan de
compras, mientras Florentino la seguía todas partes admirando la madurez de su
belleza y el garbo y prestancia al caminar, sin lograr acercarse demasiado para
encontrarse.
Florentino
no soportó más la espera de conversar con ella, la abordó en el mercado de
dulces (…) este no es un buen lugar para una diosa coronada (…) (García Márquez
143) Grande fue la sorpresa de Fermina al escucha la voz de Florentino a sus
espaldas (…) ella volvió la cabeza y vio a dos palmos de sus ojos los otros
ojos glaciales, el rostro lívido, los labios petrificados de miedo (…) (García
Márquez 143)
Fermina
sufrió una gran decepción al reencontrarse con el que hasta entonces era la
ilusión más grande de su adolescencia, alcanzó a pensar- pobre hombre- (…) No,
por favor- le dijo-. Olvídelo (García Márquez 144). Esa tarde le envió una
carta con Gala Placidia de dos líneas “Hoy, al verlo, me di cuenta que lo nuestro
no es más que una ilusión”.
Para
olvidar el mal de amores Florentino consiguió otro puesto en una ciudad lejana,
se embarcó con desesperación en un vapor por el río Magdalena, pero el amor pudo
más y regresó después de diez días de viaje, ya Fermina se había casado con el
doctor Juvenal Urbino y viajaba a Europa de luna de miel.
Florentino
se dedicó a trabajar en la compañía naviera de su padre con su tío León XII, poco apoco fue escalando y
mejorando su posición social y económica, los esposos Urbino- Daza regresaron
de Europa, tuvieron dos hijos un varón Marco Aurelio y una mujer Ofelia, desarrollaron
su vida social.
Durante más de cincuenta años
Florentino rogó, pidió y oró para que su rival de amores muriera, él tuvo una
vida sexual muy dinámica, igual con prostitutas, como con viudas, mujeres jóvenes,
maduras y viejas, no le interesaba el color de la piel, blancas, negras y
multas pasaban por su cama. Nunca fue plenamente feliz, siempre tuvo en su
pensamiento a Fermina, un amor inalcanzable.
La
muerte del doctor Urbino, sorprendió a Florentino en la cama después de hacer
el amor con América Vicuña, una niña que podría ser su hija y que mantenía a la
muerte de sus padres, llevó a la niña al internado y se presentó en la casa de
Fermina bien vestido para dar el pésame, por fin se le hacía realidad sus
ruegos.
(…)
Fermina-le dijo-: he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para
repetirte una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para
siempre(…) (García Márquez 74) Fermina lo miró sorprendida y aturdida, quiso
maldecirlo pero el momento se lo impidió, solo atinó a decirle que se largara
(…) Y no te dejes ver nunca más en los años que te queden de vida(…) (…) que
espero sean muy pocos (…) (García Márquez 74) . Pasaría mucho tiempo antes que
Fermina perdonara a su galante enamorado y fiel.
El
enfoque de García Márquez en esta novela sobre el amor, lo visa desde una
perspectiva sin unión y lo presenta como una enfermedad sin remedio.
Florentino, débil, flaco, y triste esta descrito por Hildebranda prima de
Fermina como todo amor, puro amor. Florentino demuestra el dolor extremo que es
posible sentir al no ver cristalizados sus sentimientos y no poder realizar una
relación con la mujer que ama.
La
unión entre el doctor Urbino y Fermina es sin amor, se casaron solo por
conveniencia y respeto a los convencionalismos de la sociedad. Aun en la semana
de su luna de miel se dan cuenta ambos, que su relación no será uno de amor.
Urbino es consciente que no amaba a Fermina. "Se había casado porque le
gustaba su altivez, su seriedad, su fuerza, y también por un pizca de vanidad
suya" (García Márquez 229)