SENSACIONES

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Nuestras sensaciones más íntimas...

lunes, 25 de septiembre de 2017

Lo que quedó atrás





Lo que quedó en Jauja, tras los pasos vacilantes de mi niñez trashumante allende los andes, corazón del hermoso valle del río Mantaro, cuyo cauce sinuoso como serpiente mitológica, lame con fruición los campos roturados de ambas riberas, que se proyectan a lontananza en una alfombra verde llena de vida.  

En esa bella ciudad, en cuyos cerros circundantes dormitan los sueños de mis mayores, aún se escuchan las voces de rebeldes xauxas y huancas indomables, sus calles estrechas y parques desolados, mis caminatas interminables, su folklore,  su música, el violín, el arpa y el saxofón, la vistosa tunantada, sus alegres carnavales, mecieron mi niñez.

Allí, crecí como todo niño lleno de sueños e ilusiones, de travesuras y juegos, con el influjo del amor de mi abuela bondadosa y mi tía abnegada; pero, algo o alguien faltaba para llenar mi ser de honda felicidad, mis deseos y ambiciones chocarían con la realidad, tremenda y terrible para un niño de escasos 12 años.

Era la ausencia infinita de ella, que había partido en su último viaje, él ausente por otras responsabilidades, dedicando su atención inmediata a mis hermanos; sí, ellos estuvieron ausentes en mis juegos, en las noches sin oraciones y se esfumaban de madrugada con los primeros rayos del alba, que ingresaban por la ventana, cada mañana.

Un viaje en tren a Lima, las vacaciones de verano, la playa y el zoológico de Barranco, nueva matrícula, nuevo colegio, nuevos amigos, nuevos compañeros, nuevos profesores. En Jauja, se quedaron mis quimeras de grandeza, mis tristezas por la madre eternamente ausente y las visitas esporádicas de un padre lejano.

Allá quedó la bella laguna de Paca, mis juegos, los amigos, el colegio, los recuerdos, sus viejas y estrechas calles, el granizo zarandeando techos de calamina sin piedad, las lluvias empapando sin descanso, los campos de cultivo, el cielo nublado, los rayos y truenos sin concierto llenando de temor a sus habitantes.  


What was left behind

What remained in Jauja, following the faltering steps of my transhumant childhood beyond the Andes, the heart of the beautiful valley of the river Mantaro, whose serpentine channel as a mythological serpent, licks with joy the fields of the two banks, which are projected in the distance in a green rug full of life.

In that beautiful city, in whose surrounding hills sleep the dreams of my elders, you still hear the voices of rebels xauxas and huancas indomables, their narrow streets and desolate parks, my endless walks, their folklore, their music, the violin, the harp and the saxophone, the showy tunny, her merry carnival, rocked my childhood.

There, I grew up like every child full of dreams and illusions, of mischief and games, with the influence of the love of my kind grandmother and my selfless aunt; but something or someone was missing to fill my being of deep happiness, my desires and ambitions would clash with reality, tremendous and terrible for a child of only 12 years.

It was the infinite absence of her, who had departed on her last journey, he absent for other responsibilities, dedicating his immediate attention to my brothers; yes, they were absent in my games, in the nights without prayers, and disappeared at dawn with the first rays of dawn, which entered the window every morning.

A trip by train to Lima, summer vacations, the beach and Barranco Zoo, new registration, new school, new friends, new companions, new teachers. In Jauja, my chimeras of greatness remained, my sorrows for the eternally absent mother and the sporadic visits of a distant father.

There was the beautiful lagoon of Paca, my games, friends, school, memories, their old narrow streets, hail shaking calamine roofs mercilessly, rains soaking without rest, fields of cultivation, cloudy sky, the thunder and lightning without concert filled with fear of its inhabitants.

Traductor: Google traductor

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