El Departamento de Piura está
ubicado en la parte septentrional del Perú, si están en Lima, pueden optar por
llegar en avión comercial, por tierra en buses interprovinciales o en su
movilidad particular y se viaja por la carretera Panamericana. Durante su recorrido
terrestre podrá ir conociendo otras ciudades grandes y pequeñas del país que
están a la vera de esta pista totalmente asfaltada como: Huaral, Huacho,
Barranca, Paramonga, Casma, Chimbote, Trujillo, Pacasmayo, San Pedro de Lloc,
Eten, Pimentel, Chiclayo, Lambayeque y finalmente Piura, un recorrido de
aproximadamente 980 kilómetros desde la capital, la carretera Panamericana hoy
está en muy buen estado y el terreno es desértico, muchos tramos de su
recorrido van cerca al mar. Son importantes los ríos que bajan de la cordillera
occidental de los Andes y bañan los terrenos de cultivo a lo largo y ancho de
los valles. En enero de 1993 las condiciones de esta pista eran calamitosas,
totalmente abandonadas, algunos tramos estaban en pleno mantenimiento, así lo
había dejado el gobierno aprista que gobernó del 85-90.
Ingresando por el puente Bolognesi que
cruza el río Piura con un buen caudal de agua y desplazándose por la avenida
del mismo nombre, con un calor espantoso, al mediodía cuando los termómetros
marcaban los 35°C, llegaron a la calurosa ciudad de Piura, la tierra de los
algarrobos, los hermanos Mijaíl, Rodrigo Svetlana y sus padres. Los primero días de estadía en esta ciudad eran para no
aguantar, la temperatura era muy elevada, la familia acostumbrada a un clima
diferente menos agresivo sintió los efectos, ellos habían llegado de la lejana
capital del país, a 980 kilómetros al sur de la ardiente y señorial Piura, fue
duro los primeros meses adaptarse a las condiciones climáticas de esta ciudad, la familia tuvo que hacer acopio de mucha fuerza de voluntad y además las
continuas lluvias dejaban anegadas las calles y avenidas principales, la cercanía
al río Piura permitía que los zancudos se reprodujeran en grandes cantidades
y molestaban con sus picaduras, las lluvias torrenciales, sus algarrobos verdes
que inundan sus avenidas y calles, los murciélagos nocturnos, los grandes
panales de abejas, el inmenso desierto en que está asentada la ciudad aumenta
la sensación de calor y la falta de agua complican no solo el aseo, sino también
la escasez para las actividades propias de la casa.
Las clases escolares se iniciaron
en abril como todos los años, aunque la temperatura se había moderado, sin
embargo para los niños que debían asistir al colegio era demoledor, hasta que
poco a poco se fueron acostumbrando. Una tarde del mes de octubre de 1993 Mijaíl
hijo mayor regresó a casa del colegio Don Bosco donde estudiaba el tercer año
de secundaria, venía en taxi porque en brazos traía una gran sorpresa, una
cachorro de Doberman mestiza, que conservaba aún muchos rasgos físicos de sus
congéneres puros, al fin, después de mucho explicar que el director del Colegio
le había regalado, no tuvieron más remedio que aceptar el regalito y a partir
de ese momento fue preocupación familiar la nueva integrante de la familia, las
vacunas, el veterinario y la alimentación, el corte de orejas y toda la parafernalia
que sigue cuando crías un cachorro de esta raza.
Mijaíl comentó que el director del
colegio el hermano Pau Lam, le había hecho entrega de la cachorro porque en
varias oportunidades lo había visto observando en los momentos de receso
escolar (recreo), en la parte interior del colegio, en un espacio donde los
religiosos que administraban este plantel criaban a sus perros, el hermano Pau
Lam apreció el interés de Mijaíl por los animales y con la experiencia propia
de haber caminado tantos colegios en todo el Perú, le ofreció una de las crías,
Mijaíl le pidió un cachorro macho, el hermano le dijo que no podía porque ya
estaban asignados, así que le preguntó si tenía interés en una hembra y el niño
no esperó ni un segundo y aceptó el obsequio, pero el hermano le dio una
condición para ello, que le pusiera de nombre “Thatcher” en honor a Margaret
Hilda Thatcher, Baronesa Thatcher de Kesteven, política británica que ejerció
como primera ministra del Reino Unido desde 1979 a 1990. Apodada la dama de
Hierro decidió la intervención de las Fuerzas Armadas Británicas, para
recuperar las islas Malvinas a sangre y fuego, en una disputa de la propiedad y
soberanía con Argentina.
“Thatcher” fue creciendo y
desarrollando sus características físicas, pese a su aspecto que parecía de
gran fiereza y a la fama que tienen esta raza de canes, que mantenían las orejas
cortas en posición vertical y que fácilmente orientaba en los 360°, era dócil,
aprendió a obedecer, cumplir órdenes simples como: échate, dame la patita,
siéntate, no te muevas, despacio, vamos, detente, etc. Cuando llegó al año de
edad acompañaba al padre de Mijaíl en carreras de 4 kilómetros todos los días
muy de madrugada.
Muchas anécdotas hizo vivir a la familia esta linda mascota
como: aquella madrugada que acompañaba a Mijaíl en sus carrera diaria, al
cruzar la avenida fue embestido en el pecho por un motocar que hirió de gravedad
a la mascota, este hecho movilizó a la familia y a los vecinos que quedaron
impactados por la herida honda que tenía en el pecho, le había comprometido el
músculo pectoral del lado izquierdo, la herida tardó mucho tiempo en cicatrizar,
porque cada día el auxiliar de enfermería que hacía las veces de veterinario le
curaba la herida y a los pocos minutos aparecía la perra sin el apósito, tuvieron
que utilizar antibióticos y antibacterianos para evitar la infección. Las
secuelas del accidente fueron malas y la acompañaron siempre y durante el
tiempo que compartió su existencia con esta familia.
La segunda anécdota tiene que ver
con que le gustaba los huevos de gallina crudos y era una de sus debilidades,
por esos tiempos en casa compraban los huevos en pequeñas jabas o cajones y “Thatcher”
descubrió que su contenido era muy agradable para su paladar hambriento e
insaciable porque estaba en pleno crecimiento, se había acostumbrado a ingresar
silenciosamente del patio a la cocina y robar los huevos, comió tantos huevos
que después se empachó y tan solo de verlos o cuando se le ofrecía uno, lo
olfateaba y luego haciendo un gesto de desagrado se refugiaba en el jardín,
santo remedio para evitar sus incursiones.
En otra oportunidad, en innumerables momentos, especialmente por las noches, la familia se reunía para alguna
actividad, revisar tareas del colegio, escuchar música, ver televisión y para
disfrutar de un refresco y galletas creamcraker en el patio y a la vez jardín
de la casa, “Thatcher” los observaba con mucha atención, se acercaba sigilosamente
moviendo su cola y con los ojos vivos y la mirada puesta en las galletas que
crujían en la boca de los hermanos, esperaba pacientemente con muchas ansias
que le regalaran unas cuantas con la que saciaba su apetito, cómo le gustaba
estas galletas y con qué pasión disfrutaba comerlas, se relamía pasando la
lengua por su hocico ansioso y que se le hacía agua.
En otra oportunidad el padre de
Mijaíl llegó del trabajo llevando una morcilla recién preparada, así que la
esposa dejó el embutido en un recipiente de vidrio, encima de la mesa del
comedor de diario, cuando de pronto ingresó “Thatcher” cautelosamente, guiada
por su fino olfato, en un santiamén y aprovechando un descuido, mientras la esposa
volteaba para guardar el manjar en la refrigeradora, la perra ya había mordido
la morcilla y salió velozmente al patio, todos corrieron detrás de ella, pero
conforme se desplazaba miraban cómo la morcilla desaparecía de su hocico y al
final devoró limpiamente el relleno como le dicen en Piura, sin siquiera
saborearla, luego se escondió en un rincón del jardín a disfrutar la digestión,
mientras la familia miraba absorta y sorprendida por tremendo logro de “Thatcher”.
Ese día se quedaron sin poder probar una buena rellena.
El padre de Mijaíl se levantaba muy
de madrugada y “Thatcher” al sentir los
pasos de su amo bajando la escalera, hacía unos sonidos muy suaves como
pidiendo acompañarlo, sabía que salía a correr y esa era algo que en su
condición de mascota no se podía perder, lo hacía porque tenía siempre presente ese
antiguo aforismo “Mente sana en cuerpo sano”, que aprendió en sus años
juveniles y había decidido mantenerse apto físicamente, era una sana costumbre, que lo mantenía de
buen talante y evitaba el estrés, un estilo de vida saludable.
Corría alrededor del Cuartel Grau
que tenía un perímetro de aproximadamente de 2.5 kilómetros de distancia, por
lo que dos vueltas diarias era un buen recorrido para comenzar el día y en esta
actividad lo acompañaba su mascota “Thatcher”, que iniciada la carrera se
desplazaba toda velocidad y muy adelante, de rato en rato volteaba para ver si
la seguía su amo, para hacerla regresar y no se aleje demasiado, cuando su amo
volvía sus pasos en sentido contrario, la “Thatcher” se percataba y regresaba a
toda velocidad, y lo sobrepasaba nuevamente, al tenerla a su lado volteaba
nuevamente retomando la dirección original y así conseguía controlar el ímpetu
de su mascota, hasta terminar la carrera.
“Thatcher” fue una mascota fiel,
noble y generosa, les regaló 3 camadas a sus amos, la cruzaron la última vez
con un Rottweiler, salieron unos cachorros bien bravos, especialmente el macho
que era el más bravo de todos, la familia tuvo que obsequiar tres cachorros dos
hembras y el macho de aproximadamente 5 meses de edad a un amigo, quien los
trasladó a Pachacamac donde tenía una pequeña granja donde criaba reses y
sembraba artículos de panllevar, según
comentó alguna vez, le fue muy bien con las hembras que cuidaban la granja, al
macho debió sacrificarlo porque era destructor y muy violento.
La querida mascota de la familia “Thatcher”
fue entregada a un amigo quien tenía una pequeña granja, donde criaba ganado
caprino y tenía en mente aumentar la prole para utilizarlos en el cuidado de la
granja, así que a tanta insistencia de este amigo la entregaron con las
recomendaciones del caso, varias veces fueron a visitar la granja de este amigo
ubicada a la salida de Piura a Tumbes, al principio “Thatcher” percibía la presencia
familiar y de inmediato se acercaba, buscaba a Mijaíl ladraba y movía la cola
por un rato, luego se alejaba y permanecía echada en el piso mirándolos. Pasado
dos meses, cuando fueron nuevamente a visitarla, los niños la llamaron y la
“Thatcher” movía la cola, pero no se acercaba, había roto el cordón umbilical
que le unía a la familia de Mijaíl, Rodrigo y Svetlana y se había identificado
con la familia del amigo, pasaron todos por un momento de tristeza, pero luego
se alegraron, porque “Thatcher” había encontrado una buena familia que la querría
tanto y la protegía como ellos. Regresaron todos a casa tranquilos y
satisfechos, y a partir del día siguiente retomaron sus actividades y no
regresaron nuevamente a la granja, una fotografía de “Thatcher” adorna el
rincón de los recuerdos familiares y su vivencia al lado de la familia quedará
para siempre como remembranza imperecedera.
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