SENSACIONES

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Nuestras sensaciones más íntimas...

martes, 4 de febrero de 2014

“Rocky”.



Aquél invierno de 1986 en el puerto de Ilo, gélido y lluvioso, con algunos días de garúa y otros cargados de neblina en las mañanas, quedó para siempre en el recuerdo de los niños, era la temporada de máximo frío que se recuerde por estas latitudes, los pobladores del puerto más austral del país, no recordaban otro período más frío que el de ese año y era causado por a una masa de agua fría que se desplazaba desde la Antártida. El viento de Sur a Norte llevaba las residuos químicos y cenizas que la chimenea de la fundición de la empresa Souther Corporation evacuaba hacia la atmósfera, y con ello contaminaba el aire, esos gases eran los responsables de las enfermedades broncopulmonares de una gran parte de la población de Ilo, principalmente los niños y también de la muerte de las grandes plantaciones de olivo que hubo en este puerto en el pasado y cuando el viento dejaba de soplar, entonces los gases tóxicos se esparcían por la ciudad y alcanzaban más al sur a las viviendas de los trabajadores de un cuartel cercano, afectando la salud de los personas a quienes les causaban picazón y escozor en la piel y especialmente la garganta, muchas enfermedades causaban estas emanaciones dañinas que en forma de lluvia ácida afectaba a la población y las flora de Ilo y de los pueblos ubicados al Norte.

Las fábricas de harina de pescado también hacían lo suyo contaminando el medio ambiente, sus malos olores se esparcían con la dirección del viento y cuando el viento estaba en calma, esos olores se acumulaban en la ciudad y alrededores; pero eran otras épocas, otros tiempos, otros lugares olvidados y nadie le daba importancia a la protección del medio ambiente, la contaminación ambiental y el calentamiento global, esos serían conceptos que se pondrían de moda a fines de la década del 2000 e ingresando al Siglo  XXI. Cuando llegaba el verano, todo cambiaba, llegaban turistas de todos lados, la ciudad ardía de felicidad, era un bullicio y la alegría contagiosa, como todo puerto, había bares, discotecas y otros lugares de diversión nocturna, había dinero y por tanto la diversión estaba a la vuelta de la esquina y estaba asegurada, especialmente para foráneos y los vaporinos que llegaban al puerto en las grandes naves comerciales que acoderaban en su gran muelle y permanecían varios días en su bahía.

Los amaneceres en Ilo, eran nublados y a media mañana se despejaba la neblina que llegaba del océano,  pero la nubosidad permanecía durante buena parte del día, por las tardes tibiamente se mostraba el sol, calentaba brevemente el ambiente y se ocultaba en el mar, dejando una estela rojiza tras de sí. Un conjunto habitacional denominado “José Joaquín Inclán” en la que habitaban 20 familias conformaban la pequeña comunidad de vecinos, amigos y compañeros de trabajo, la casa estaba ubicada a escasos 20 metros de la orilla del mar y en las noches se sentía el crepitar de las olas que se estrellaban contra los peñascos lejanos y muy cerca a la casa sus espumosas ondas besaban la playa dormida y ausente. 

Fue un día de julio cuando “Dick” llegó a casa provocando gran alegría a todos, desde el primer momento los niños lo mimaron y le facilitaron un lugar para dormir cómodamente abrigado, era un cachorro de apenas dos semanas, muy llorón, extrañaba a su madre y parte de sus primeras noches de adaptación a otro medio distinto al suyo, cambió la forma de vida de todos, especialmente de los niños que tuvieron un motivo más para alegrar y llenar sus vidas de aventuras, desde su primera noche su llanto lastimero causaba desazón y pena en ellos, más que en los adultos, principalmente en Mijaíl el mayor de los hijos, quien a sus escasos ocho años, sentía mucha lástima al escucharlo llorar y ver que sus padres y hermanos descansaban, casi siempre se levantaba en silencio, para no despertar a sus padres y se dirigía a la cama del cachorro para consolarlo, lo tenía en su regazo por unos momentos, mientras sus hermanos Rodrigo y Svetlana, descansaban plácidamente. Él sentía mucha lastima por el animalito que al olfatearlo por un momento se  callaba y movía la cola en señal de reconocimiento; el silencio duraba muy poco, el pequeño animal reanudaba su llanto lastimero y no paraba hasta la madrugada en que por cansancio se quedaba dormido.

Para mitigar el frio diario los niños vistieron a “Dick” con un polo pequeño raído por el tiempo y la Ña Pancha. Observando detenidamente al cachorro nos percatamos que, por sus características físicas no se podía determinar su raza de origen, nunca pudimos adivinar cuánta mezcla había en su sangre, era de tamaño mediano, de pelo corto y color crema, hocico negro, cola corta, de caninos inferiores que sobresalían por encima de sus labios superiores y que le daban una apariencia fiera, su temperamento heredado de sus padres desconocidos, influía en su comportamiento frente a los diferentes estímulos externos y conforme crecía se hizo gruñón, se molestaba fácilmente.

Cuando “Dick” tenía cinco semanas de nacido y se paseaba muy campante por toda la casa, llegó “Rocky” apenas de dos semanas, su dueño un odontólogo amigo nuestro nos lo obsequió, este era pequeño, pelo mediano de color caramelo, hocico negro y patas negras, pecho crema, cola larga, desde que llegó se  robó el cariño de toda la familia, era un cachorro muy dócil, al días siguiente  de su llegada “Rocky” fue vestido con el mismo polo que utilizó Dick cuando llegó a casa; para qué se hizo eso, de inmediato “Dick” al reconocer su polo que ya no utilizaba, con su hocico prendido en la prenda, arrastró por toda la casa a “Rocky”  que lanzaba ladridos lastimeros de susto y no descansó hasta quitarle la raída prenda, que quedó rota e inservible para futuros usos, se tuvo que improvisar con otra prenda para abrigar a “Rocky”, a partir de ese momento hubo una competencia bárbara, una rivalidad entre ellos, para los juegos y los alimentos, “Dick” mayor escasamente por tres semanas en algunos momentos sobrepasaba su agresividad haciendo valer sus derechos y antigüedad en la casa, luchaba por obtener la mayor atención de todos, cuando los niños jugaban mayor tiempo con “Rocky”, “Dick” le mostraba sus grandes caninos gruñendo, “Rocky” se retiraba de inmediato por instinto de conservación. 

Conforme fue creciendo “Rocky”, “Dick” fue declinando en su agresividad y ambos superaron sus diferencias de temperamento, “Dick” en algunas ocasiones se ausentaba de la casa, aprovechaba que de lunes a viernes los padres trabajaban y los niños estudiaban en un colegio de la localidad ubicada a 15 kilómetros, por lo que ambas mascotas quedaban en el exterior de la casa, en calidad de centinelas, mientras “Rocky”  permanecía en la puerta de la casa, “Dick” exploraba los alrededores y en algunas oportunidades demoraba en regresar, hasta que una tarde, los vecinos nos avisaron que habían visto a “Dick” muy cerca de la carretera a la ciudad, caminado al parecer desorientado, nos preguntamos cómo pudo llegar hasta ese lugar distante a más de tres kilómetros de la casa, así que de inmediato subimos todos al Volkswagen rojo y fuimos en su búsqueda, estuvimos casi 10 minutos buscándolo, en el lugar referido, a ambos lados de la carretera que era terreno arenoso, lamentablemente lo encontramos tirado al lado de la carrozable afirmada, había sido atropellado por un vehículo militar muy pesado y sus ocupantes ni se percataron del can, que quedó tirado en medio de la carretera, probablemente algún pescador que se desplazaba a pie, lo había colocado fuera de la carretera en un lugar seguro, sentimos una tremenda congoja y los niños se impresionaron al verlo inerte, trasladamos a “Dick” a la casa y lo enterramos bajo un árbol de olivo que nos daba sombra en verano.    

Los meses se sucedieron, “Rocky” alcanzó un tamaño pequeño, no creció más y se convirtió en una mascota fiel y de buen carácter, le gustaba realizar saltos acrobáticos, se desplazaba con el pecho pegado al suelo como si estuviera rampando, y este movimiento acompasado lo hacía además dando unos cortos ladridos y moviendo su cola de alegría, era un perro digno de cualquier circo, lo llevaba en la sangre. Aproximadamente a un kilómetro de distancia había otras viviendas ocupadas por trabajadores del cuartel aledaño, y en esas casas los dueños criaban sus mascotas, algunas de ellas eran hembras, pudimos observar que en algunas ocasiones “Rocky” desaparecía de casa, lo buscábamos por todas las viviendas cercanas, por la playa y nada, la primera vez, desapareció por varios días, los niños  gritaban su nombre a los cuatro vientos, solo el sonido del mar respondía al llegar sus aguas a la playa, no venía a comer, pensamos que así como “Dick” se había perdido, “Rocky” también había seguido sus pasos de explorador frustrado y especulamos no volverlo a ver más y los niños nuevamente entristecieron, hasta que una mañana en que salíamos para dejar a los niños en el colegio, divisamos a “Rocky” casi a 20 metros de distancia que se dirigía hacia la casa, los niños corrieron a su encuentro con mucha alegría, “Rocky” regresaba cual hijo pródigo, con huellas en el cuerpo después de haber tenido varios combates, tenía mordiscos en diferentes partes del cuerpo, estaba sucio, maloliente y con el rabo entre las piernas, totalmente agotado, indagamos las razones y pudimos establecer que había estado de luna de miel con una perrita color canela. Fruto de estos amores playeros, nacieron varios cachorros en tres distintas madres, la mezcla era distinta, había cachorros para todos los gustos.

Por razones de trabajo nos mudamos de Ilo a Moquegua y allá viajó Rocky en primera, llevábamos a uno de sus hijos de escasas tres semanas de nacido, una nueva casa, un ambiente desconocido que poco a poco se le hizo familiar, en esos dos años que vivimos en esta ciudad apacible, de clima agradable, de campos de cultivo con cerco perimétrico de eucaliptos inmensos y árboles frutales, manzana, uva, melocotones y los famosos damascos, además por supuesto del conocido y famoso pisco Biondi, no hubo muchas aventuras perrunas, “Rocky” prácticamente se dedicó a su tarea diaria de seguridad durante el día, apoyado por uno de sus hijos que vino acompañándolo de Ilo “Jango” así se llamaba el lanudo hijo de “Rocky”. “Jango” se había acostumbrado a dormir placida y descuidadamente durante el día en la pista, tenía muy buenas razones para ello, muchas veces los buses interprovinciales que  venían de Ilo y Tacna por poco lo atropellaban, durante la noche era un vigilante más, acompañaba a los centinelas del ejército que hacían servicio de seguridad en la Villa Militar y por eso en el día “Jango” dormía a pierna suelta, hasta que una mañana de primavera, un camión lo atropelló y lo dejó muerto en plena pista, fue muy dolorosa para todos la pérdida del hijo de “Rocky”.

Por esos tiempos criábamos en la casa conejos y cuyes, que poco a poco fueron disminuyendo por acción del instinto animal de “Rocky” que los atacaba y desnucaba con un solo movimiento de sus fuerte mandíbula, nos quedamos con pocos conejos y ningún cuy. Fueron dos años apacibles en que los niños crecieron en una ciudad muy tranquila y pequeña, que disponía de todas las facilidades: una buena carretera tanto para el Sur a Tacna y Suroeste a al puerto de Ilo y Norte hacia Arequipa, agencias de transporte, vivienda, salud, ganadería con inmensas vacas lecheras, un buen mercado de abastos donde la población adquiría sus alimentos, su valle era y es muy productivo.

Posteriormente, por razones de trabajo viajamos a Lima, hacia la capital también enrumbó “Rocky”, muchas anécdotas del viaje en el viejo Volkswagen rojo quedan en el tintero, apunto dos en esta ocasión: al pasar por la playa Tanaka rumbo hacia Nazca, el pequeño bólido subió un montículo de arena que invadió la carretera, hizo que “Rocky” que descansaba en el piso del vehículo, al sentir el sinuoso raspón de la arena debajo del piso del auto, dio un salto de sorpresa, apareciendo asustado en las piernas de Mijaíl, esta y otras vivencias como aquella cuando después de largas horas de manejo, por razones de descanso, hicimos una parada a un costado de la carretera antes de llegar a Palpa, “Rocky” salió corriendo del carro y al observar los parajes desconocidos regresó velozmente al vehículo y no quiso salir a pesar de nuestro llamado, dentro del carro se sentía más seguro, estos hechos unieron más a los niños con nuestra mascota, así llegamos a la capital.

“Rocky” se acercaba a los 6 años de edad, fue realmente un descuido no haberlo vacunado contra el distemper, en 1992 este descuido nuestro fue fatal y se llevó a “Rocky” a la tumba, perdió la visión, tropezaba con las sillas, estaba desorientado, decidimos en casa no verlo sufrir más y un amigo veterinario, lo asistió al percatarse que su recuperación no era positiva, así partió nuestro querida mascota, una tarde de otoño en que las hojas secas de los árboles se renuevan con el verdor de las nuevas y la tibieza del sol limeño acaricia suavemente la piel de todos los seres vivientes, “Rocky” partió a la eternidad, dejando tras de sí, huellas imperecederas en la vida de nuestros hijos, quienes aprendieron a respetar y amar a los animales, y muchas vivencias que compartimos en familia, que quedan en nuestros recuerdos y comentarios familiares.

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