Remembranzas de una niñez
La ciudad de Jauja despertó ese día de mayo de 1959 como siempre, con un sol esplendoroso y el cielo azul suspiraba con placer, porque los cúmulos y nimbos, casi siempre cargados de lluvias, se habían ausentado hasta la próxima estación lluviosa, entre fines de diciembre y marzo. Mientras tanto, la vida cotidiana de la población de esta hermosa ciudad provinciana, estaba dedicaba a las tareas propias del comercio, la agricultura y ganadería.provincian
Ese domingo, las campanas de la Iglesia Matriz de la capital histórica del Perú, sonaron más hermosas que nunca. Su tañido se escuchó hasta los confines de los cerros y colinas, retumbó en las quebradas del cerro Huancas y sus escarpadas laderas, que rodeaban la ciudad. Aún el viento llevó el sonido hasta la legendaria Laguna de Paca, los pobladores de Chuclú se apresuraron. Recorrió los campos de cultivo de papa, maíz, habas, arveja, quinua, cebada y trigo, llamando a la celebración de la santa la misa. Jauja un pueblo muy católico, su población muy creyente acudía a la misa de las 8 a.m. Era una misa especial para los adultos, los niños, hijos de muchos ciudadanos participaban en el coro principal y también formaban parte de ese grupo que, se preparaba para la primera comunión.
Mientras esto sucedía en la fe y creencia de sus pobladores, los domingos también eran un buen día para comprar, todo lo que ofrecía la feria dominical. Estas ferias desde hacía muchos años, se sucedían unas a otras, eran parte de la costumbre y tradición jaujina. El jirón Grau, así como la plaza de Armas, la principal arteria de esta ciudad y la plazuela La Libertad se llenaban de personas, se convertían en escenario del intercambio de cientos de productos entre los usuarios, quienes llegaban de los principales distritos y anexos lejanos.
En el gran almacén del señor Belasco se podía encontrar toda clase de utensilios, desde un simple clavo hasta una carretilla metálica, pasando por mangueras, escobas, listones de madera, planchas, cemento, cal, enchufes, cables eléctricos y otros productos más. Modesto Belasco era un millonario en el imaginario de la población, todos miraban a Belasco y su familia con mucho respeto y cualquier actividad que realizaba era observado por los pobladores, por ser un referente, un paradigma de los negocios, en eso se había convertido; pero, también era un hombre casado con dos pequeños hijos, tenía una familia muy creyente y católica, ellos acudían con frecuencia los domingos a la misa de las 8 de la mañana.
Los Krieeter descendientes de alemanes, vendían en su famosa tienda, harinas, también aguardiente de caña y coca, y viajaban continuamente a la selva de Chanchamayo, Oxapampa y Satipo a comerciar sus productos, llevando y trayendo productos comerciales.
Don José Yamashiro en su pequeña bodega, expendía productos de primera necesidad, que la noche anterior había preparado junto a su familia, todos ayudaban en casa, algunos pesando en bolsas de papel de un kilo, otros como
José Marcial acomodando las bolsas. También expendían macerados de frutas, higos, guindones, pasas, cascarilla, naranja y el famoso culebrón. Los pobladores llegaban la bodega del “chinito” Yamashiro a tomarse un buen trago de macerado, que en su pueblo lejano era my escaso o no existía bodega que les ofreciera. Cómo saboreaban, con qué fruición lo hacían, miraban la copa y luego muy despacio lo llevaban a la boca para sorber poco a poco un trago, después otro muy suavemente y al terminar la felicidad se pintaba en sus rostros y se despedían hasta la siguiente semana.
José Marcial salió de casa faltando 15 minutos para las 8 a.m. El tiempo le estaba ganando, se había levantado tarde, la noche anterior había acompañado a su abuela al hospital porque se sintió muy mal de estomago, luego de la revisión del médico y de una buena inyección regresaron a casa por las calles solitarias, desérticas y escasamente alumbradas por los faroles de una luz mortecina, la abuela quedó esa mañana descansando tranquila. En un santiamén llegó a la iglesia, sus compañeros de preparación para la primera comunión ya estaban formando con la catequista Charo, quien los guio al interior de la iglesia.
Mañuco, compañero de José Marcial comentó que su padre había observado al señor Belasco entregar una limosna de cinco soles, un billete verde, todos los niños abrieron los ojos de sorpresa, ellos a las justas recibían como propina una peseta o veinte centavos. José Marcial en cambio ni eso, porque su situación económica era casi indigente, él y su abuela muchas veces hicieron salto largo y durmieron sin cenar. Todos los niños sintieron despertar su curiosidad y querían saber si lo comentado por Mañuco era cierto, cómo verificar esa acción, casi siempre el señor Belasco se sentaba con su familia a mitad de la fila de asientos del lado derecho y el grupo de niños catequistas, bajo la atenta mirada de Charo lo hacían en las dos primeras filas al lado izquierdo. Los niños ganados por la sorpresa inicial, gu
ardaron silencio, cada uno cavilando, pensando cómo hacer para ver en acción al señor Belasco. Es que cinco soles era una cantidad enorme de dinero, con el que se podría comprar miles de golosinas, asistir diez domingos veces al cine parroquial y sobraba para los chocolates; pero, no solo para los niños también era buen dinero para un adulto, que se podía emplear para comprar alimentos para la casa. Por esas cosas raras que tiene el destino, ese domingo el señor Belasco y su familia, se sentaron en la primera fila del lado derecho, vestidos como para una fiesta con vestido dominguero. La misa conducida por el padre Fabiano se inició, los niños participaban con bastante fe y cantaban las canciones propias de la misa, hasta que llegó la hora de la limosna, en se instante todos las miradas de los pequeños coincidieron en el señor Belasco, lo vieron sacar su billetera color marrón, hurgar en su interior, y sacar muy lentamente un billete verde de cinco soles y al poner en la canasta de limosnas, los niños exclamaron un silencioso ¡oh! de sorpresa, el sacerdote levantó la vista hacia ellos y Charo susurró –silencio- imperceptiblemente.
Childhood memories of a provincial.
The city of Jauja woke that day in May 1959 as ever, with glorious sunshine and blue sky sighed with pleasure, because the cumulus and nimbus, often laden with rain, were absent until the next rainy season, between late December and March. Meanwhile, the daily lives of the people of this beautiful country town, was dedicated to the tasks of trade, agriculture and livestock.
That Sunday, the bells of the Mother Church of the historical capital of Peru, sounded more beautiful than ever. His ringing was heard to the ends of the mountains and hills, echoed in the mountain gorges and steep slopes Huancas, surrounding the city. Even the wind carried the sound to the legendary Lagoon Paca, villagers rushed Chuclú. He walked the fields of potatoes, corn, beans, peas, quinoa, barley and wheat, calling the celebration of holy mass. Jauja a town very Catholic, very Christian population went to Mass at 8 am It was a special Mass for adults, children, children of many citizens participated in the main choir and also part of that group that was preparing to First Communion.
While this was happening in the faith and belief of its people, Sunday was also a good day to buy, all featuring the Sunday fair. These fairs for many years, succeeded one another, were part of custom and tradition Jauja. The shred Grau and the Plaza de Armas, the main artery of the city and the square filled Freedom of people, became the scene of hundreds of products sharing among users, who arrived from the main districts and remote attachments .
In the department store of Mr. Belasco could find all kinds of tools, from a single nail into a metal wheelbarrow, via hoses, brooms, wooden slats, iron, cement, lime, plugs, cables and other electrical products. Modesto Belasco was a millionaire in the minds of the population, everyone looked at Belasco and his family with respect and any activity performed was observed by the people, as a reference, a paradigm of business, it had become; but he was also a married man with two children, had a very devout, Catholic family, they often went to Mass on Sundays at 8 am.
The Krieeter of German descent, in his famous shop selling flours, also rum and coke, and traveled continuously Chanchamayo jungle, Oxapampa and Satipo to market their products, fetching and carrying commercial products.
Don José Yamashiro in his small winery, staples retailing, which had prepared the night before with his family, all helped at home, some in paper bags weighing a kilo, as Jose Marcial accommodating other exchanges. Outlets also macerated fruit, figs, prunes, raisins, husks, orange, and the famous soap opera. The settlers came the hold of "Chinaman" Yamashiro to take a swig of mash, which in my remote village was little or no wine was offered them. As taste, with what delight
did, watched the glass and then slowly brought it to his mouth to sip a drink slowly, very gently and then another at the end of happiness painted on their faces and said goodbye until next week.
Jose Marcial missing left home 15 minutes for the 8 am time he was winning, was up late the night before had accompanied his grandmother to the hospital because he was very upset stomach, after review of the physician and a good injection returned home in the empty streets, deserted and poorly lit by the lights of a dim light, the grandmother was quiet that morning resting. In a flash came to the church, his fellow preparation for first communion and being formed with the catechist Charo, who guided them into the church.
Manuco, Jose Marcial companion said his father had seen Mr. Belasco deliver a donation of five suns, one dollar, all children opened their eyes in surprise, they were just like to tip a quarter or twenty cents. Jose Marcial however even that, because their economic situation was almost destitute, he and his grandmother often made long jump and slept without dinner. All children felt arouse their curiosity and wanted to know if the comments of Manuco was true, how to verify that action, Mr. Belasco often sat with his family in the middle of the row on the right and the group of children catechists, under the watchful eye of Charo did in the first two rows to the left. The children gained initial surprise, they kept silence, each pondering, thinking how to see in action Mr. Belasco. Is that five suns was a huge amount of money, which could buy thousands of candy, go to the movies ten Sundays sometimes parochial and too much for the chocolates, but not just for children also was good money for an adult who could be used to buy food for the house. For those rare things that is the destination, that Sunday Mr. Belasco and his family, sat in the front row on the right side, dressed as for a party Sunday dress.
Mass led by Father Fabiano began, the children participated with enough faith and sang songs typical of the mass, until it came time for the charity, in the moment all eyes from small agreed Mr. Belasco, the were brown wallet out, fumbling inside, and slowly take a five-dollar soles and put in the basket of alms, children cried a silent oh! surprise, the priest looked up at them and whispered Charo silence imperceptibly.