Caminábamos de la mano despreocupados entre jardines y
bancas vacías, entre personas y mascotas, él queriendo alcanzar el limonero y
ver de cerca los limones verdes aún, como cada mañana transitábamos por ese
lugar que tanto disfruta.
Los padres del tordo, preocupados sobre
los arbustos aledaños, lo alentaban, lo llamaban para que regrese al nido ajeno
donde nació, el pichón entre tallos de rosas, nastuerzos y geranios, trataba de escabullirse y protegerse.
Las personas y animales que
paseaban amenazaban su seguridad, cantaba con temor llamando a sus padres,
buscando protección, cobijo, sus padres con chillidos agudos respondían su
llamado, lo alertaban y le daban confianza.