El mundo es un pañuelo, blanco, negro o de colores, según el cristal
con que se mire, según lo ven las personas.
El mundo es una pequeña isla en el océano, fascinantemente perdida y a
merced del vaivén de las olas.
El mundo es una estrella lejana en el confín del universo, perdida
entre constelaciones, un sueño volátil.
¿El mundo será solo un pañuelo?
No, es más que ello.
Es ese lugar en el que se funden historias, imágenes y seres; alegrías,
éxitos, tristezas, llantos y penas de seres diversos.
Seres humanos, felices, infelices y dudosos de sí, que divagan en un mundo gaseoso, material o
inmaterial.
Personas que buscan un rumbo en sus vidas, una razón para existir, chocan
con una pared y rebotan.
Regresan con más fuerza, luchan con tesón, se mueven y solo encuentran migajas a la vuelta de la
esquina.
Esa esquina esquivamente iluminada con débil luz, que esconde sueños
húmedos y besos escondidos.
Luz que invita a los amantes musitar quedamente su amor, gozando de la
penumbra y el silencio.
Alrededor se unen todas las razas, todos los colores, todas las
religiones, el amor es el poder del universo.
Foto: REUTERS