SENSACIONES

SENSACIONES
Nuestras sensaciones más íntimas...

miércoles, 12 de agosto de 2015

INCLUSIÓN SOCIAL







¿INCLUSIÓN   SOCIAL?
Liderazgo adormecido, voz sin firmeza ni talento, sopor soñoliento, indecisión en las acciones, incapacidad de autocrítica.
Redundancia de frases, “la honestidad hace la diferencia”, “es tan difícil andar derecho”, “incluir para crecer”, palabras huecas sin fondo.
Promesas incumplidas sin vergüenza, llanto de la pobreza desgarrada, tristeza y desaliento en las miradas, el friaje asesino y los no recién nacidos.

Artucas 2015

miércoles, 5 de agosto de 2015

Mi patinete azul.(Cuento)


Raúl recibió su libreta de notas, le dio un fuerte apretón de manos a su profesor Jorge Cordero, este lo felicitó por su recuperación respecto del primer bimestre y abandonó el aula, en el patio se abrazó con sus compañeros que lo precedieron y salto de alegría, sintió su corazón a punto de estallar, no era para menos, se había recuperado estudiando, muchas noches de desvelo y pocas horas de juego, salió del colegio, dejó atrás el gran portón, caminó hacia la Plaza de Armas, pasó cerca de la Catedral de Jauja, se sobreparó, luego se dirigió hacia ella, ingresó y se arrodilló en la última banca y oró muy gozoso dando gracias a Dios, salió del templo y tomó dirección de su casa.
El resultado obtenido en sus estudios no lo sorprendió, más bien se sintió muy satisfecho porque había estudiado con esmero, él recordó la situación que había pasado en el primer bimestre, la causa o motivo de su deficiente rendimiento en el primer bimestre, fue la muerte temprana de su madre después de dar a luz a uno de sus hermanos, que lo afectó moralmente, por el hecho de no haberla conocido y las ansias que siempre tuvo de conocerla. Niño al fin, no había convivido con su madre, sin embargo, muchas veces preguntó por ella, su abuela le había informado que vivía cerca de Concepción. Esta era una buena noticia para él, especialmente para su querida abuela y sus tías que vivían en Lima, les prometió no defraudarlos y había cumplido, después de un primer bimestre para el recuerdo o el olvido.
Luego del desfile de Fiestas Patrias, el gran desfile en la Plaza de Armas y el gallardete de eficiencia Pre-Militar, premio obtenido por su colegio que tanto esfuerzo y entrenamiento, e innumerables tardes de ensayo, estos resultados eran como para gozar de sus 15 días vacaciones. Las vacaciones de medio año habían comenzado; pero adónde ir, con quién, lo más importante con qué, no había los recursos suficientes ni siquiera para ir de paseo a Huancayo, además su mamama era una venerable anciana que ya sufría los estragos de la artrosis y muchas noches friolentas la sintió quejarse cuando dormía, lo que era una limitación para su desplazamiento y los recursos escaseaban, así que se resignó por segundo año consecutivo a pasar sus vacaciones acompañando a su abuela y haciendo los mandados de la casa, aunque eran una rutina habitual para él, pero también deseaba viajar, como la mayoría de sus compañeros. Raúl caminaba sonriente y presuroso por la calle Grau, saludaba a las personas mayores con quienes se cruzaba y que eran amigos de sus tíos y abuela, iba en dirección de la casa, llevaba retrasado diez minutos y con seguridad su abuela ya estaría esperando en el portón de la casa.
Los resultados del segundo bimestre eran buenos, había obtenido buenas notas, especialmente en matemática que no era su fuerte, cursaba el 5to año de primaria, no dudaba que  el resultado de sus estudios era muy alentador y llenaría de alegría y satisfacción a su querida abuela, el saber que su querida mamama se pondría feliz, lo animaba, aunque llegando se encontrara con el silencio de la casona, los dormitorios vacíos extrañando a sus ocupantes, que hacía muchas lunas habían partido a la capital para buscar nuevos horizontes y cada dos años llegaban de vacaciones para reencontrase con su tierra y gozar de los placees que le ofrecía su Jauja querida y añorada, sus fiestas patronales, su comida y los dulces de la abuela que eran manjar de los dioses, tenía otros familiares pero ellos vivían muy preocupados en solucionar sus propios problemas personales y familiares.
Al voltear la esquina de su casa, vio a su querida mamá mirando  a uno y otro lado de la calle, hasta que lo divisó y él a ella, se hicieron un saludo y Raúl avanzó resuelto y apresuró el paso, llegó y abrazó con amor a su abuela y le dijo que su libreta estaba llenaba de azules, no había jalados y que había obtenido buenas notas, la abuela miró los resultados y una ancha sonrisa iluminó su rostro, la alegría le rebozó el corazón, abrazó con amor a su nieto y ambos tiernamente abrazados ingresaron a su casa. Raúl merecía el plato de comida que le había preparado.
Al día siguiente muy temprano, Don Joaquín Kanashiro muy amigo de la familia y consejero habitual de Raúl, y dueño de la bodega de la esquina, que vendía artículos de primera necesidad a los vecinos y cuyas hijas eran muy amigas de Raúl, lo hizo llamar y Raúl pidió permiso a su abuela y salió volando hacia la tienda, Don Joaquín  le preguntó por los resultados de sus estudios, Raúl estaba preparado, le mostró su libreta y Don Joaquín soltó una carcajada de alegría y lo abrazó fuertemente, salieron las hijas y la esposa del interior de la tienda, lo felicitaron, luego Don Joaquín  lo condujo al interior de la casa y en el patio pequeño había un patinete de color azul, Raúl miró el juguete y recordó que varios meses atrás, conversando con Don Joaquín le había expresado con vehemencia su deseo de tener un patinete. Don Joaquín, con español masticado con su lengua oriental, le dijo “Raúl, este regalo es un premio por haber obtenido buenas notas en tus estudios, te servirá para que juegues, no te descuides de tus estudios y sigue adelante”, lo abrazó nuevamente y le hizo entrega del patinete, Raúl estaba extasiado de alegría, no cabía en sí su felicidad, no sabía si reír estruendosamente o ponerse a llorar, solo atinó a abrazar a Don Joaquín, a Doña Rosa la esposa y sus hijas, quienes aplaudieron de alegría para rubricar este momento feliz para todos.
Don Joaquín como tantas veces, lo invitó a tomar desayuno, Raúl se disculpó indicándole que su abuela recién le había servido el desayuno y deseaba ir a casa para enseñarle su regalo y además para tomar desayuno con ella, Don Joaquín aceptó lo abrazó nuevamente, el niño nuevamente agradeció emocionado, se despidió de todos y cargando su patinete se presentó en la casa, abrazó a  su abuela y le comentó todo lo acontecido, a la anciana se le llenaron de lágrimas sus ojos cansados por el tiempo, pero eran lágrimas de alegría, permanecieron abrazados un tiempo indeterminados, ella trasmitiendo en su silencio todo el amor que sentía por su nieto y él agradecido por tener a su mamama querida muy cerca, se sentaron a tomar desayuno, conversando de la bondad de Don Joaquín y sus hijas y también de las cartas que había recibido de Lima, como ella tenía dificultad visual, le dio a su nieto para que leyera las misivas y se enterara del contenido, Raúl leyó pausadamente y pudieron enterarse de las novedades de la capital, lo bueno era que todos estaban bien, gozaban de buena salud, enviaban saludos y preguntaban cómo había salido en los estudios, terminó la lectura y le dijo a su abuela que él escribiría una carta informándoles sobre su situación y resultados de sus estudios, el regalo de Don Joaquín y las necesidades que tenían.

Raúl, recuerda estas vacaciones como las mejores de toda su vida de estudiante, nunca gozó tanto con su patinete, las calles de Jauja como toda ciudad andina, estaban diseñadas en bajada, las principales calles estaban pavimentadas, eran estrechas y ausentes de vehículos, solo triciclos y bicicletas se desplazaban, muy esporádicamente pasaba un tractor o el único bus, que hacía el recorrido desde el barrio la Libertad hasta la estación del tren y viceversa, así que Raúl y su patinete eran dueños desde la Plaza de Armas, la calle Grau hasta la Plazuela la Libertad, aprovechaba la pendiente de bajada casi cinco cuadras para desplazarse sin el menor esfuerzo y luego con muchos brío y perseverancia remontaba la pendiente conduciendo a pie su patinete, Don Joaquín observaba sonriente y satisfecho desde su tienda –ya tiene una tarea que lo distraerá estas vacaciones- el esfuerzo que Raúl hacía, una y otra vez, remontando la calle, para luego bajar muy orondo y cómodo, casi sentado en el patinete azul de sus innumerables juegos de niño.