SENSACIONES

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Nuestras sensaciones más íntimas...

viernes, 29 de noviembre de 2013

Barranco distrito limeño, sinónimo de belleza y tradición...(Parte 2)


Distrito limeño tradicional, con historia que se pierde en los primeros años de la República peruana, calles estrechas, su hermoso malecón. 

Durante el día se puede apreciar sus extraordinario paisaje urbano. Desde su plaza principal con la Venus en su pileta y su antigua biblioteca, sus hermosos jardines y flores multicolores provocan repentinas muestras de alegría entre sus visitantes.

El puente de los suspiros que inspirara a Chabuca Granda en su vals, espera silenciosa el retorno de su musa. La quebrada que sinuosa desciende  hasta el mar donde antes funcionaban los baños de barranco, a su vera se levantan tradicionales casas, restaurantes, hospedajes para mochileros, huertos, jardines multicolores, lugares bellos que llenan el espíritu de paz y luego se solazan con la mirada puesta en el horizonte y la presencia de nuestro mar cuyas blancas olas bañan sus playas.


Por la noche, la actividad artística y la diversión no faltan para todos sus visitantes, amantes de las diversión sana. Así, el manto nocturno invita a la alegría y la iluminación multicolor se enciende en las principales discotecas, pubs, cafés, restaurantes y espectáculos en vivo. Lo mejor de la vida nocturna limeña se presenta en estos espectáculos, que atrae a una multitud de jóvenes de toda edad, condición, nacionales y extranjeros. La diversión está garantizada. ¡Vengan a Barranco!  

La quebrada sinuosa...

Una vista del puente de los suspiros...

La Iglesia visitada por turistas...

Hermosas casonas...

Otra mirada del puente...

La subida a la Plaza de Barranco...

Puente de los suspiros...


El puente desde la parte inferior de la quebrada...

Restaurante de comida tradicional...

El bello puente de los suspiros, inspiración de Chabuca Granda...

Los caminantes hacen camino al andar...

La quebrada nos lleva hasta la playa...

Hermosa casona...










Casonas bellas, convertidas en Restaurantes...

viernes, 22 de noviembre de 2013

Barranco distrito limeño, sinónimo de belleza y tradición...

Su hermosa Iglesia...
Su plazuela radiante de verdor...

Sus viejos y noble árboles...

La Biblioteca y sus palmeras...

La hermosa pileta y la Venus en pleno baño matinal...

La Venus...


La Venus en todo su esplendor...


La hermosa Biblioteca Municipal...


Sus hermosos  jardines

Los añejos postes de alumbrado

Hermosas flores en el verdor del jardín...


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Poemas ilustrados



martes, 19 de noviembre de 2013

Fidel. (Cuento corto)



Fidel, un niño de apenas 8 años, estaba ensimismado en sus sueños, parado  frente a la ventana, abriendo las cortinas de tul, mirando cómo la tarde se disipaba en el horizonte, perdiéndose entre cactus, cerros y nubes rojizas, mientras sus últimos rayos solares se despedían de todos brillantemente anaranjados, con un silencioso ¡hasta mañana! La población acostumbrada a esta rutina, se quedaba a oscuras por breves momentos, hasta que Dionisio  el electricista de la localidad, prendía el grupo electrógeno que proveía de luz al pueblo.
Así, los innumerables focos de casas, calles y plazas, se llenaban de energía lumínica con una tenue luz mortecina que alumbraba apenas como una pavesa y los pequeños comercios de telas, restaurantes, panaderías, bares, aguardiente y coca, y tiendas de abarrotes, volvían a la vida, no sin asegurarse tener muy cerca una lámpara, el famoso primus o la de kerosene que para el efecto daba lo mismo, porque la energía se cortaba a las 12 pm todos los días y de allí para adelante, la noche era larga, oscura, ladina, silenciosa y a merced de los malos instintos.
A partir de esa hora se iniciaba la otra vida de la ciudad, hombres desplazándose con sus linternas regresando a casa o saliendo de casa para visitas non santas. En otras palabras todos los “gatos eran pardos” y se escondían donde menos uno se imaginaba, en los grandes portones, la oscuridad era cómplice de los malos deseos y apetencias mundanas, a su amparo se daban la mano la maldad y la maledicencia, el encuentro de amantes que en el día solo se miraban de lejos para no ser traicionados por sus deseos malsanos, la lujuria y el deseo que trepaba de los pies a la entrepierna debían esperar la noche larga y silenciosamente maliciosa.
Muchas veces la lluvia nocturna que repiqueteaba en el techo de calamina hacía estragos en el interior de mujeres y hombres al no encontrar a su pareja en la cama, hubo noches que se escuchaba en la lejanía los pasos seguros y atrevidos de hombres apresurados o los tacones altos de pisadas agiles de mujeres apresuradas que regresaban a casa después de una gran noche, remojadas por la lluvia y el frio templando los huesos.
Fidel estaba allí frente al centenario escritorio de persiana modelo Bureau, de 18 cajones, cubierto por una tapa de cuero repujado y un vidrio grueso con filo metálico que lo protegía de las inclemencias del tiempo, el porta sellos en una esquina, la botella de tinta vacía y la pluma vieja al costado junto al secante de rodillo, viejos trastes, mudos testigos del trabajo concienzudo del abuelo, ¡ah el abuelo!
Lo extrañaba a cantaros, tanto que se llenaban sus ojos de una gran nostalgia y el alma de dolor y tristeza. Se sentó en la silla giratoria de caoba que había pasado sus mejores años, hoy rechinaba al girar bajo el peso del niño, tantos recuerdos le traía ese recinto, el abuelo ausente, el padre lejano y la madre entrañable que había abandonado el hogar hace muchas lunas, por razones que ella solo conocía.
La abuela Mercedes en la cocina preparando la cena, eran solo dos, la abuela y él que cada día compartían los alimentos a una hora exacta, ya faltaba cuarentaicinco minutos para la cena, qué sorpresa le tendría su querida abuela, cómo amaba a su abuela, era un amor blanco, puro, de hijo a una madre.
Mientras se mecía en circulo sobre la silla, él trataba de encontrar respuestas a sus pequeñas inquietudes, tenía pocas, eran suficiente para su tierna edad, sin embargo, había entre las principales que cada tarde y parte de la noche le daban vuelta en su pequeña testa: dónde estaba su madre, por qué se fue, cuándo volvería, estaba lejos de él, por qué la abuela no quería responder a sus preguntas.
Luego observaba la pequeña sala como todas sus nostálgicas noches, la recorría con su mirada escrutadora, paseándola a su anchas entre el espejo, el portasombreros, el arco y las flechas que el abuelo alguna vez trajo de Satipo en 1945, la mecedora, los santos y sus pequeños altares, las velas apagadas y él mirando de hito en hito, el viejo cuadro con la fotografía del abuelo Atanasio bien al terno oscuro posando con su viejo violín en el brazo y la mirada hacia el horizonte.  
Seguidamente, posó su mirada sobre una fotografía amarillenta, como las cartas que leyó días antes y que eran de su abuelo, los libros empolvados de la pequeña biblioteca, en ella el abuelo coleccionaba Selecciones de Reader´s Digest se acercó a esta y empezó a ojearla, había aprendido a leer precozmente, la profesora Aída le había enseñado en el colegio el uso del diccionario, el abuelo guardaba un pequeño Larousse ilustrado con el que resolvía las tareas de lenguaje, también había varios ejemplares del “El Peneca”, revista de cuentos para niños y así poco a poco fue adentrándose en los libros, revistas y folletos.
Estaba tan distraído que dejó volar su imaginación en un Pegaso, y montado sobre su alas, recorría el espacio raudamente miraba desde las alturas la pequeñez de pueblo, de sus calles, la estación del tren y sus dos plazas, volaba hacia las chacras de Pancán y Chunán, y reía feliz se olvidaba de todas sus inquietudes, se dejaba llevar por el caballo alado, presto volaba sobre el cielo como un moderno Perseo.

De pronto la voz de su abuela lo sacó de sus sueños, lo llamaba para la cena, corrió y abrazo a Mercedes, luego se sentó con ella y con sorpresa descubrió que su mamá le había preparado su postre favorito, mazamorra morada con mucha fruta. Terminada la cena salió al patio, el tiempo estaba templado, no hacía mucho frio y no necesitaba mucho abrigo, el cielo estrellado, contemplaba absorto una cantidad infinita de estrellas tan lejanas que formaban imágenes caprichosas, de pronto se quedó sorprendido vio una estrella fugaz que se desplazaba en el horizonte y se perdía tras los cerros, corrió raudamente y pletórico de alegría relató a Mercedes el acontecimiento del que había sido testigo por primera vez en su vida. Esa noche luego de orar por sus padres y su abuela durmió feliz abrazado a sus recuerdos y sueños que volaron hacia el infinito.

lunes, 18 de noviembre de 2013

CONCURSO JUEGOS FLORALES-JUDEINPRO 2013


El baño matutino del elefante infante.

La hermosa bahía de Sydney en todo su esplendor

Etoy trite...

La casa de la Opera-Sydney, vista desde el mar...

Otra toma de la misma casa de la Opera

El puente sobre la bahía de Sydney...

La casa del capitán Cook descubridor de Australia...

El famoso río Yarra en Melbourne...

Las Cacatúas Inca, hermosas, pidiendo comida...

Paginas vacías